La prensa sensacionalista tiende al realismo mágico, cuando no a una versión trágico-cómica de la realidad. Titulares del tipo “Apuñaló a mujer y se suicidó con el mismo cuchillo” responden a una presentación dramática de los acontecimientos, más que al resultado de una actualidad dramática, como si el lector viviese anestesiado, y hubiera que despertarlo con una fuerte dosis de adrenalina. O este otro: “¡Madre, hijo y comadre, al cementerio!”, que parece un chiste de fantasmas, si no se refiriera a las víctimas de un accidente de tráfico ocurrido esta semana en la carretera que une Quito y Guayaquil. La realidad se asoma a los titulares y a las palabras, que el lector recompone como si se tratase de una crónica negra: “¡Negro Mártir y Cabezón, fuera de circulación!” ¿Se trata del título de un cómic? No. Es una noticia sobre la detención de dos peligrosos delincuentes en la cooperativa Santiaguito Roldós. Algunos medios de comunicación nos ofrecen una realidad exagerada, cuando no deformada y sangrienta, más cercana a la ficción, y que convierten al lector en la última víctima de una actualidad truculenta, una nueva noticia para la portada: “Leyó un periódico y perdió la cabeza”. Pero la realidad del país se encuentra en otros titulares más discretos: “Pareja es hallada sin vida en el norte de Guayaquil; e incluso esperanzadores: “El Gobierno elabora un plan para erradicar la pobreza”. La vida no es una noticia que inventamos.
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