Soy inocente. Es la voz de Nelson Serrano Sáenz en el “corredor de la muerte”, espacio que lo conocemos a través de la lectura de las novelas de John Grisham, y que ahora a los ecuatorianos nos ha tocado vivir en carne propia, pues se trata de un hermano ecuatoriano, que ha sido sentenciado a la pena de muerte, acusado de un delito que él dice jamás lo cometió.
Han pasado algunos años desde que escribimos sobre el tema. Ahora Nelson tiene 81 años, mientras quieres lo defienden luchan por su inocencia. Nelson aun guarda la esperanza de que su verdad lo deje libre y así regresar a su querido Ecuador. Ese Ecuador que lo expulsó en agosto del 2002, porque si hay un culpable, es su juez natural en materia de deportación, el Intendente de Policía, un artesano del derecho que se olvidó de la Constitución al momento de juzgarlo y en menos que cante un gallo, lo encontró culpable de un delito inexistente, como es el de permanecer ilegalmente en el Ecuador.
Nelson Serrano es ecuatoriano a la luz del derecho y debía ser protegido por su estado, pero lo que se hizo no tiene nombre, expulsarlo, violando todos sus derechos, y permitiendo que un agente extranjero traspase la soberanía nacional, y con la ayuda de la policía capitalina, se lo lleven para sentarlo ante un jurado y en forma posterior, colocarlo quizá en la silla eléctrica.
Fue un secuestro aupado por la “justicia” y una policía que permitió a un funcionario norteamericano -al que la Embajada Americana no le dio aval- detenerlo sin orden de juez competente, ni en delito flagrante, y llevarlo ante el intendente, en donde un Fiscal admitió públicamente ser inexperto en materia de deportación porque “estaba encargado”, y un abogado de oficio, que pidió “que se reproduzca lo favorable”, sin alegar lo esencial, que era no había causal para deportarlo.
Esa “justicia de intendencia” que en nombre de la república y por autoridad de la ley, jodiò la vida de un ecuatoriano es la gran culpable de lo que está viviendo Nelson, el homónimo de Mandela, otra víctima de un sistema injusto. El gobierno del reencuentro algo puede hacer por la suerte de nuestro connacional. Nunca es tarde.