Hace treinta años fundamos la Escuela de Posgrado en Administración de Negocios -Espae de la Espol- con la firme idea de que los negocios y la educación de negocios son fuerzas poderosas que pueden transformar las vidas, para bien o para mal. Y si esta escuela de negocios debía mejorar nuestra forma de vivir, los académicos debíamos ayudar a nuestros estudiantes a reconocer sus habilidades para crear una diferencia en su comunidad. Para eso enseñamos tres principios fundamentales a los futuros líderes de empresa para inspirar el tipo de cambio que venza los retos de nuestro tiempo.
Primero tenemos que reconocer que los negocios son un bien necesario y no un demonio tolerable. A pesar de todos los escándalos y de la irresponsabilidad que han precipitado la crisis financiera, los negocios son necesarios para el bienestar de los individuos y de las comunidades. Ellos ayudan a proveer empleo, desarrollan las habilidades y proporcionan el necesario capital de inversión.
Pero también hay que reconocer que la responsabilidad social no es externa a las operaciones normales de los negocios. En un artículo anterior yo mencionaba que la Organización de las Naciones Unidas para el Impacto Global tiene más de ocho mil empresas y organizaciones en todo el mundo que han firmado un acuerdo para apoyar mejores y más responsables estándares de trabajo y empleo, el desarrollo sostenible y la adopción de prácticas de anticorrupción. Es cierto que la mayor motivación para este cambio de actitud en los dueños de negocios está sin duda relacionado con el mejoramiento de la imagen de sus marcas, obtener mayor confianza del consumidor y limpiar su reputación, pero ya es un buen comienzo que empieza a extenderse aceleradamente.
Y para esto la enseñanza de administración de negocios debe reformular la percepción mental de que “el ganador se queda con todo”. A menudo los esfuerzos docentes crean una mentalidad competitiva en los estudiantes que glorifica la rentabilidad ante todo. De esta manera inducimos a creer que los propietarios deben maximizar su rentabilidad, desechando las repercusiones en los grupos de interés. Pero esta es una visión muy egoísta de los negocios y plantea un viaje empresarial que empieza y termina en el accionista. Si no se toma en cuenta a los referentes externos, este viaje puede sofocar al empresario.
Al desconocer estos principios en la administración de empresas, tendremos negocios que ponen a la rentabilidad por encima del tratamiento ético a los trabajadores y al uso responsable de los recursos, cuando en realidad necesitamos empresas cuyos accionistas y gerentes crean que la utilidad es el resultado de la atención que se le da al buen vivir de los trabajadores.
La Espae-Espol es signataria, al igual que otras 300 escuelas de negocios de 63 países y que esperamos sean más de mil para 2015, de los Principios para la Educación de Negocios Responsable (PMRE por sus siglas en inglés) cuyos postulados esenciales son:
En las comunidades, los derechos humanos tienen precedencia sobre cualquier otro interés. En consecuencia, las empresas económicas deben servir a la gente y no a la inversa.
Como una comunidad, por definición, nosotros florecemos y avanzamos colectivamente y no individualmente.
Con estos principios y valores estamos formando administradores de negocios que efectivamente marcan la diferencia en nuestro país.