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El Telégrafo
Ramiro Canelos

Son las instituciones …

05 de agosto de 2021

En las últimas semanas se han dado una serie de acontecimientos en la vida del país que deben llevarnos a reflexionar y analizar en profundidad sus orígenes y las razones últimas que los provocan. Así tenemos el reclamo implícito o explícito de nuestros deportistas que participan en las olimpiadas de Tokio por la falta de apoyo institucional y cuyas participaciones nos han llenado de orgullo, demostrando que tenemos el capital humano necesario para estar entre los mejores. En lo económico, el INEC nos confirma la masiva informalidad laboral recrudecida en la pandemia; en lo jurídico, hemos visto incrédulos e indignados como la ciudad de Quito, está abandonada y maniatada a la tozudez de un alcalde incapaz, removido a través de un proceso establecido en el COOTAD, pero que desvergonzadamente se protege en un sistema de justicia corrompido que hábilmente se enreda en vericuetos normativos y constitucionales. En el ámbito político, apreciamos una Asamblea entrampada en una agenda insulsa que envía señales equívocas como rechazar ­el acuerdo del CIADI y un partido político como Pachakutik que intenta cubrir y justificar inútilmente las declaraciones impresentables de una asambleísta que con entusiasmo promueve que si vamos a robar lo hagamos bien.

En principio estos hechos pueden verse de forma aislada e, incluso, como anécdotas para conversarlas en nuestros entornos familiares; no obstante, son los síntomas que reflejan una débil institucionalidad. Hemos diseñado nuestras instituciones - entendidas como las reglas de juego en una sociedad que permiten organizar las interacciones formales (leyes) e informales (costumbres cultura) – sin la capacidad para crear o estructurar incentivos y limitaciones en los diferentes ámbitos: político, social o económico que se adapten a la dinámica y evolución de los nuevos tiempos. Son anacrónicas, fraccionadas, clientelares, excluyentes, altamente politizadas y paternalistas. En la mayoría de los casos, van en contraposición al capital social ecuatoriano. Ecuador tiene el mayor índice de emprendimiento mundial, inmerso en un gigantesco mercado laboral informal. Somos incapaces de canalizar esta enorme fuerza social en nuestro favor, pero si hemos logrado que se estrelle contra normas laborales anquilosadas, desincentivos tributarios, burocracia e infinidad de permisos, etc. Tanto los aspectos positivos, como los negativos en una sociedad, se canalizan irremediablemente por las instituciones. Su presencia, estructura, evolución y su influencia determinan en gran medida el éxito o el fracaso de una sociedad. El país de los “casos exitosos”, debe terminar, hay que dar el salto a tener sectores exitosos en todos los ámbitos. Necesitamos con urgencia construir instituciones modernas en lo público y privado cuyos límites e incentivos permitan canalizar la fuerza social hacia el desarrollo.

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