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El Telégrafo

Sombra luminosa

19 de octubre de 2011

Quiero hablar del padre Agustín Bravo -de monseñor Agustín Bravo-, el confidente discreto, el amigo fiel y el compañero audaz de monseñor Leonidas Proaño, quien fue su vicario a lo largo de 30 años en la diócesis de Chimborazo. El padre Agustín Bravo acaba de fallecer a los 97 años, unos 20 años después de la muerte de su gran pastor.

El padre Agustín era oriundo de Santiago de Bolívar. Cuando se formó la diócesis de Guaranda, separándola de la de Chimborazo, y que se pedía a los sacerdotes de Guaranda trabajar en su nueva diócesis, monseñor Proaño pidió personalmente al padre Agustín para que se quedara a trabajar con él en la diócesis: el padre Agustín aceptó y no defraudó nunca la amistad y el trabajo pastoral que unieron a estos dos gigantes de América Latina: uno a plena luz y el otro en la sombra del primero.

El padre Agustín apoyó a monseñor Proaño con lo mejor de sus cualidades humanas, intelectuales y teológicas. Era un hombre discreto, pero siempre presente y decidido, especialmente en los momentos de mayores conflictos que tuvo que pasar Monseñor, tanto con las autoridades gubernamentales como con sus pares obispos. Acompañó también a monseñor Proaño en la prueba de una fiscalización de su labor de evangelización liberadora por parte del Vaticano; nunca se publicaron las conclusiones… favorables, pero el entonces papa Pablo 6º confió: “¡Cómo voy a condenar a un obispo tan fiel al Evangelio!”.

“Sombra luminosa”, eso fue el padre Agustín, porque, además de discreto, era eficaz e innovador. Conocemos su libro honrando la memoria de monseñor Proaño: “El soñador se fue, pero su sueño queda” (1998). El año pasado, centésimo aniversario del nacimiento de monseñor Proaño, se editó en Riobamba, gracias a la colaboración del padre Agustín, una docena de libros sobre los pronunciamientos, homilías, intervenciones de Monseñor en su diócesis y en otros países de las Américas y de Europa. Y dicen que hay otros manuscritos del padre Agustín que están pendientes de pasar a la imprenta… En estos días han llegado a la casa del padre Agustín muchas cartas de agradecimiento desde varios países de América Latina y seguirán llegando más todavía.

Bien podemos aplicar a la amistad entre el padre Agustín y monseñor Proaño las palabras bíblicas del libro del Sirácides: “Un amigo fiel es un refugio seguro; el que lo halla ha encontrado un tesoro”.

“A Dios”, padre Agustín: gracias por su largo y brillante testimonio. Crecen los árboles que sembraron.

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