No queremos más. Sólo democracia. Solamente disponer de la tranquilidad de que nuestro país pueda elegir, sin fraude de por medio, al gobernante que desee. Que lo haga cada cuatro años, como dice la Constitución. Que si alguien desea reelegirse, que lo intente, como dice la Constitución. Felizmente, aquella aberración de la reelección indefinida, diseñada por quienes son adictos al poder y al autoritarismo, ya fue eliminada gracias a la consulta popular de febrero de 2018.
Lo que no queremos y a lo que debemos oponernos con vehemencia y obstinación es a que se vuelvan a intentar las maniobras para la reelección indefinida. Lo que debemos repudiar, con entereza y pasión, es cualquier maniobra para meterle mano a la justicia y hacerla cómplice y baluarte del Ejecutivo. Lo que debemos condenar y rechazar con convicción, es cualquier propósito de coartación de la libertad de expresión. Que nunca más el Ejecutivo pretenda acallar, acosar, intimidar, boicotear, someter, humillar a la prensa o a cualquier ciudadano que desee expresar su pensamiento. Nunca más una mordaza puede estar establecida por Ley.
Nunca más debemos aceptar callados, los intentos de seducir a las Fuerzas Armadas para que pasen a ser serviciales a una doctrina política por sobre los intereses de la Patria. Nunca más debemos ser pasivos cuando se quiera imponer descomunales impuestos a la herencia o a la plusvalía. Nunca más debemos aceptar, sin contrapeso ni contrastación, las continuas cadenas de radio y televisión para propaganda gubernamental y, menos, dejar de presentar la otra cara de la medalla cuando se gestiona el adoctrinamiento con enlaces semanales de cuatro horas de duración para sembrar la inquina, el odio y la división entre ecuatorianos.
Sólo queremos democracia. Sólo queremos alternabilidad. Sólo queremos una auténtica división de poderes que asegure que el autoritarismo y la prepotencia no tengan asidero. Que los contrapesos sean efectivos y que nunca más todos los poderes estén controlados por una persona. Sólo queremos respeto entre ecuatorianos y respeto absoluto a los sagrados dineros del pueblo.
Es legítimo el derecho de querer aplicar una determinada fórmula gubernamental que responda a una ideología o a una forma de interpretar la vida y el mundo. Lo que no se puede es irrespetar el derecho ajeno y promover la división y el odio entre ecuatorianos.
Hoy debemos elegir. Nos toca pensar bien sobre qué futuro queremos. Un futuro de autoritarismo, corrupción, prepotencia, censura de prensa, limitación de la libertad de expresión, de resentimiento social, de miseria e ira. O un futuro, al menos, de esperanza. ¡A votar bien!