Pese a que la economía, después de la pandemia de covid-19 será catastrófica, se prevé que el Ecuador estará peor que otros países de América Latina. La razón es doble. Por un lado, hemos sufrido, hasta ahora, un altísimo nivel de contagio y una mortalidad por millón de habitantes, que es mayor a la de cualquier otro país de Latinoamérica; y, por otro lado, enfrentamos la pandemia en medio de una crisis económica sin precedentes.
Mientras otros países de la región generaron reservas económicas ante contingencias eventuales que les han permitido, por ejemplo, al Perú, destinar $ 26 mil millones para paliar la crisis, nosotros no tenemos reservas. Se recordará que el expresidente Rafael Correa, doctor en economía, se mofaba de los fondos de ahorro, denigraba a los economistas que los promovían y acabó desapareciéndolos en el gasto corriente. Huelgan los comentarios.
Tras la crisis debemos recuperarnos. Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, se repuso pronto y llegó a convertirse en la tercera economía mundial. Aquella situación era peor para ellos que la que tendremos nosotros tras la pandemia.
La recuperación del Ecuador debe pasar por el desarrollo de un sentido de solidaridad que implique necesarios sacrificios de todos los sectores. No puede ser que los empresarios, sistemáticamente, al igual que los partidos políticos de derecha, se opongan con vehemencia a las indispensables contribuciones que aporten a la vacía caja fiscal. Tampoco es razonable que los sectores de izquierda revolucionaria repudien cualquier intento de flexibilización laboral que, finalmente, lo que procura es facilitar el acceso al trabajo. Parecería que la razón impone morigerar las posiciones radicales y antagónicas y buscar una fórmula de contrato social entre el capital y el trabajo en un entorno de consenso político. Todo esto implica solidaridad, generosidad de espíritu y desapego a la vanidad. La posibilidad de que afloren estas virtudes y esta disposición a acuerdos depende mucho de la fortaleza de los liderazgos y de su ejemplaridad ética.
La Alemania de la posguerra tuvo a personajes de estas cualidades: al demócrata cristiano Konrad Adenauer y al social demócrata Willy Brandt, entre otros. Ojalá, en febrero de 2021, elijamos bien. (O)