El triunfo de las fuerzas comandadas por el general Antonio José de Sucre, en la Batalla del Pichincha librada en Quito el 24 de mayo de 1822, fue resultado de una visión política de Hispanoamérica y de una organización militar destinada a medir fuerzas, condición ineludible para decidir la independencia de las colonias americanas.
La guerra no fue originalmente deseada por los criollos americanos, quienes respondieron finalmente al hecho eminente de la “reconquista”, ordenada por una monarquía, que buscaba reinstaurar el absolutismo, aunque a última hora admitiera la Constitución de Cádiz, expedida durante la Revolución Hispana de 1812.
Los dos grandes ejércitos sudamericanos fueron comandados en el sur por San Martín y en el norte por Simón Bolívar. Para la libertad de Quito jugó un papel preponderante el general Antonio José de Sucre, genio militar de la Batalla del Pichincha. Si bien estas figuras fueron artífices de la organización y estrategia militar, el grueso de las tropas, la fuerza real, estuvo nutrida por hombres jóvenes de distintos lugares. El ejército libertador estuvo integrado por soldados “argentinos”, gente de Trujillo, Piura, 1000 colombianos, alrededor de 500 guayaquileños, incluso muchos extranjeros. Las mujeres cumplieron un papel importante en la logística.
Miles de hombres fueron a la guerra, unos enrolados bajo la presión de elites locales, algunos, caso de los esclavos, movilizados por la ilusión de alcanzar su libertad, y otros convencidos de que era la hora de tributar a la causa de América. En octubre de 1821 Sucre escribió sobre el levantamiento en Loja de “un cuerpo con los esclavos del país”. También informó sobre 80 hombres provenientes de Esmeraldas. Los soldados enfrentaron condiciones muy precarias. Ante la falta de pan, fueron alimentados con arroz, granos y galletas. El 5 de abril, el ejército libertador guarnecido en Cuenca, contaba con 2000 infantes y 400 de caballería.
En noviembre de 1821, Sucre decía que después de 11 años de experiencias y desgracias, la población se hallaba persuadida de que no era la causa de Colombia la que importaba, sino “la causa del Nuevo Mundo”. El 25 de mayo, el general Antonio José suscribía: “La victoria esperó ayer a la división libertadora con los laureles del triunfo sobre las faldas del Pichincha”. Seiscientos jóvenes perdieron sus vidas en el enfrentamiento.