En años recientes, una serie de libros y artículos en revistas especializadas se preocupan de la marcha política del Ecuador contemporáneo, atendiendo temas recurrentes: Estado, esfera pública, institucionalidad, ciudadanía, democracia, nación, partidos, actores sociales, modelos políticos, populismo, estatalidad, gobernanza, pospolítica, antipolítica, etc.
En esa línea, abundantes páginas, con lenguaje abstracto (a menudo cansino y hasta “incomprensible”), respaldadas en autores, teorías y filosofías políticas ajustadas a su visión, se limitan a desarrollar los análisis bajo un juego meramente conceptual y doctrinario, con el cual se “descubre” la realidad del país. Con demasiada frecuencia, a tales estudios les caracteriza la ausencia casi completa de investigación “empírica” sobre fuentes primarias o datos de conjunto, que sirvan para sustentar con solidez histórica los argumentos. En esas circunstancias, la subjetividad se impone, pese a las apariencias de objetividad “científica”.
Este tipo de sociología conceptual e institucional se mueve mejor sobre el análisis del estilo político y las formas de la democracia y del Estado, que en un serio estudio de las confrontaciones por el poder y el esclarecimiento de los intereses de los distintos sectores sociales implicados en ello. Y llama la atención que llegue a una serie de “conclusiones” que coinciden exactamente con los argumentos que, desde esferas menos intelectuales y más ligadas a la vida cotidiana, lanzan sectores de la derecha política.
En efecto, proviene de esa derecha la manipulación conceptual que lleva a identificar al actual ciclo político del Ecuador como “populista”, “autoritario”, “antidemocrático”, “demagógico”, etc., y aun como “fascista”, según repiten insistentemente incluso algunas personalidades de “centro” y hasta de “izquierda”.
Que los políticos usen los conceptos vaciándolos de su contenido histórico es comprensible para cualquier académico que mire las cosas desde la perspectiva de la lucha por el poder, que es como tiene que observarse la política.
También hay lucha por el poder en el campo teórico e ideológico. Por eso, el hecho de que la sociología conceptual e institucional coincida con las derechas en los “análisis” y en similares “conclusiones”, demuestra no solo que esas construcciones especulativas tienen una clara alineación política, sino también que es evidente la crisis de fundamentos en esa ciencia política ecuatoriana.