En Ecuador, lo que se transmite por la televisión local es de muy baja calidad, con pocas excepciones... Lo que vemos son las noticias. Y ya casi ni eso, pues, en lugar de ver un 70% de crímenes, asaltos y partes policiales y un 30% de comerciales, preferimos usar la TV para ver programas de otros países o para ver contenido en internet (YouTube, streaming, Netflix). Pero lo que nos sucede aquí parece ser solo un momento de la evolución de este medio, de acuerdo a los expertos.
En general, en el sector de los mass media, el uso de las nuevas tecnologías para la transmisión de material audiovisual en internet ha irrumpido con fuerza multiplicando el número de soportes y plataformas que los usuarios pueden usar para consumir contenidos. Esta situación no sucede solamente en la transmisión audiovisual. Al auge de los medios digitales se añade la crisis económica que hace que, por un lado, la inversión publicitaria disminuya, y, por otro, el público busque otras formas de estar al día dejando, por ejemplo, de comprar periódicos. Es lo que sucede con el heraldo de la prensa quiteña –nuestro periódico de todos los días–, El Comercio. De repente, nos enteramos que sus trabajadores denuncian que no están siendo pagados, lo que pronostica el fin de este importante medio que tiene 116 años de existencia.
Los periódicos desaparecen lo mismo que los teléfonos fijos en las casas. Así desaparecieron antes las películas para la fotografía o el video, los disquetes para las computadoras, las cintas magnéticas, los casetes o los discos compactos para grabar y escuchar música. Dicen los expertos que, de la misma forma, irán despareciendo los canales de TV, que pierden anunciantes y televidentes todos los días por no invertir en programas de calidad y por no mantener una programación con contenidos que les permitan tener espectadores cautivos. La lentitud de la industria televisiva en evolucionar es por sí misma un indicador de que la TV tradicional va hacia la desaparición.
Otro aspecto que cambia son los comportamientos que las nuevas tecnologías provocan. Antes, el aparato de televisión era un punto de encuentro en los hogares. La familia se reunía a su alrededor para hablar, comer, cenar o simplemente disfrutar de su contenido. Hoy cada uno consume televisión cuando quiere y como quiere. Ya no es necesario que los padres se pongan de acuerdo con sus hijos adolescentes para elegir lo que se ve. Son pocas las ocasiones en las que todos se reúnen para ver la televisión como se hacía tradicionalmente –con la honrosa excepción del mundial de fútbol–, pues ya no se tiene que esperar al resto ni ponerse de acuerdo.
Con la llegada de las nuevas tecnologías el contenido que consumimos se hace desde otros dispositivos, desde nuestro ordenador, tableta o móvil. No necesitamos la televisión para disfrutar de nuestras series favoritas o para ver las noticias. Basta con tener un dispositivo con conexión a internet. Son muchas las cadenas de televisión internacionales y los grandes grupos de comunicación que ponen a disposición de los consumidores sus contenidos en la red. Ha nacido una nueva forma de consumo, pero también ha nacido un nuevo grupo de usuarios que demandan nuevos contenidos diferentes e independientes.
Hoy en día necesitamos televisores multifunción e inteligentes que nos aporten nuevos servicios a la medida de nuestras necesidades. La TV ya no se usa solo para ver programas, series o películas, vemos también YouTube y escuchamos nuestras listas de reproducción favoritas de Spotify. Por ello, con la nueva tecnología y el impulso hacia formas de entretenimiento distintas, los canales de televisión se verán, cada vez más, obligados a ofrecer experiencias personalizadas. Además, los clientes ya no esperan a que su programa se transmita en un momento determinado, sino que pueden verlo cuando les plazca.
“El aumento del streaming obliga a los servicios a competir en experiencia y propuestas. Actualmente hay cerca de 300 plataformas disponibles en los Estados Unidos que se enfocan en todos los temas, desde telenovelas (Pongalo), hasta películas de terror (Shudder) e incluso contenido dirigido a jinetes (Horse Lifestyle)”, dice en Forbes el autor Blake Morgan en su artículo sobre el futuro de la televisión. Y prosigue: “El cambio al streaming es el catalizador de muchos cambios. Para empezar, elimina a los intermediarios de las salas de cine o los operadores de sistemas de cable y conecta a los clientes directamente con las empresas de entretenimiento. La flexibilidad de horario y dispositivo abre las puertas a los consumidores y les da poder sobre su forma de ver la televisión. Los servicios de streaming también tienden a ser menos costosos que las suscripciones de cable tradicionales, lo cual es un gran atractivo para los consumidores”.
Para el futuro, se prevé que la TV se vuelva una experiencia inmersiva para los espectadores de tal manera que ellos participen en los programas y tengan la oportunidad de interactuar y, potencialmente, impactar en el resultado de los programas. Eso se puede entrever ya cuando se utiliza realidad virtual. Esta tecnología permite a los espectadores –armados de lentes, guantes y cascos– ingresar a un programa –más bien, “mundo”– y verlo como si estuvieran allí. Ya las grandes empresas han desarrollado aplicaciones que usan RV para que los espectadores se pueden transportar virtualmente.
Otro aspecto en la evolución de la TV en el futuro es que esta se volverá extremadamente personalizada en función de los datos recopilados sobre casi todos los aspectos de las tendencias de visualización de los consumidores. Así, se usarán datos para elegir y ordenar los contenidos para ofrecerlos de acuerdo a las preferencias del usuario, como los algoritmos que usa Google.
Aquí hemos visto que el uso de las nuevas tecnologías para la transmisión de material audiovisual en internet ha irrumpido con fuerza; que se han multiplicado los soportes y las plataformas; que, dada la crisis, hay una disminución de inversión de las empresas en bandas publicitarias; que las estaciones de TV no invierten en programas de calidad ni tratan de acercarse a los consumidores; que los comportamientos de los miembros de la familia respecto a lo que ven es individual, y que la flexibilidad de horarios y dispositivos, el streaming, la experiencia immersiva de la realidad virtual, la necesidad y la posibilidad de personalización son todas evoluciones que de hecho están cambiando la TV como la conocemos y, en corto tiempo, lo harán para siempre. ¡Viva la innovación!