Los desastres y crisis sanitarias son muy impredecibles. Pueden atacar las comunidades en cualquier momento, causando un gran sufrimiento y la pérdida de vidas humanas. Esto se ha potencializado a nivel global con la pandemia del covid-19.
Si los sistemas de salud nacionales y locales están pobremente preparados para lidiar con este tipo de crisis, la vulnerabilidad tanto de los individuos, como de las comunidades es muy severa. El abrupto incremento de la demanda para los servicios esenciales de salud que trae la epidemia, sobrepasa los recursos disponibles por sus instituciones, provocando que no puedan proporcionar una necesaria y oportuna intervención para salvar vidas.
Es por esto que tener un sistema de salud que funcione en crisis no es algo trivial.
La Organización Mundial de la Salud ha diseñado una serie de herramientas que deben usarse para que funciones un sistema de salud en momentos de crisis.
En primer lugar, es necesario un claro liderazgo y una hábil gobernanza para poder guiar a la comunidad y a sus instituciones en una crisis. Ya vemos los resultados que tenemos con la improvisación. Así mismo, hay que disponer y preparar personal médico entrenado para manejar eventos que están fuera de lo normal. La falta de epidemiólogos, de técnicos en respiración, enfermeras, etc. es notoria.
Y aquí viene uno de los más graves problemas: las medicinas, insumos, instrumental, equipo de protección personal deben estar disponibles en todo momento. Cuando se generalizó la pandemia, nos dimos cuenta de la fragilidad de nuestra cadena de abastecimiento de los productos básicos.
Esto se debe a que somos un país pequeño y nuestro tamaño de mercado de medicinas es de 1,700 millones de dólares en el sector privado y podría agregarse unos 300 millones del sector público. Dos billones de dólares no son significativos en el mercado mundial de farmacéuticos, por lo cual siempre estamos en lista de espera para nuestro abastecimiento.
Debemos tener un buen sistema de información de salud, que sirva para medicina preventiva, pero sobre todo para determinar el perfil de nuestros pacientes. La OMS recomienda tener un presupuesto autónomo de los sistemas de salud; y a pesar de que salud y educación son prioridad constitucional, vemos que su financiación es insuficiente.
La atención médica en medio de crisis debe ser adecuadamente entregada a los usuarios. La falta de planificación ha hecho que la entrega de servicios que, si estaban disponibles, ha colapsado. Finalmente, los servicios de salud deben estar siempre en un proceso de mejoramiento continuo de su nivel y valor patrimonial. (O)