No es cierto que el mercado sea un lugar autorregulado y equilibrado por la oferta y la demanda. Todo lo contrario, es la correlación de fuerzas la que determina finalmente a qué sociedades y grupos sociales se los protege para que obtengan privilegios y acumulen riqueza.
Nos encontramos en un momento de la historia en el cual todas las actividades productivas y comerciales están encadenadas, insertadas a una dinámica global y determinadas por relaciones de poder y de fuerza, que se balancean de acuerdo a la capacidad coercitiva de unos Estados más fuertes, con respecto a otros más débiles. Los imperios ejercen su poder mediante la amenaza, la guerra y el control de las instituciones mundiales, una de ellas el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que otorga a cinco Estados la potestad de emitir resoluciones con capacidad de veto.
En Siria, múltiples fuerzas regionales se enfrentan impulsadas por potencias mundiales interesadas en controlar ese territorio geoestratégico, localizado en la confluencia entre Asia y Europa, zona de flujo comercial, por donde debe pasar el gas y el petróleo.
Estos intereses confluyen con la avaricia de grandes corporaciones privadas ligadas a las industrias bélicas y a organizaciones de mercenarios, que promueven la guerra para mantener la demanda y abastecimiento de armas al Ejército sirio, Ejército Sirio Libre y las fuerzas de los yihadistas.
Los conflictos en los que participan fuerzas irregulares florecen en lugares donde se dan condiciones objetivas, tales como la pobreza, la segregación y, fundamentalmente, la persecución por razones legales y religiosas, propias de las paradojas del capitalismo y la modernidad colonizadora.
Sin la injerencia de los imperios, el fuego de Siria no tendría oxígeno. Estos imperios acordaron de facto, después de la lección de la Segunda Guerra Mundial, que en caso de llegar a una fase de extrema de contradicción, decantarían la tensión mediante la guerra localizada en zonas periféricas del mundo, para preservar sus territorios y los centros de acumulación del capital y el oro.
Por ello, América Latina debe estar atenta, porque los imperios están en guerra y quieren sacrificar el Sur, para mantener intacto el poder del Norte. (O)