Necesitamos otro Ecuador. El nuevo tendrá que ser con cimientos de principios éticos, andamios de experiencia acumulada y columnas donde la sabiduría milenaria, estén por encima de -derecha o de izquierda- que han demostrado su fracaso en estos 200 años republicanos.
Hay que apostar por los cambios estructurales para que las reformas, sean excepcionales. No muchos, desde abajo y fuera de lo establecido, trabajan y construyen otro Ecuador. Mientras la pandemia enclaustró algunas mentes, ellos edifican lo diferente, antes que demoler lo caduco. Requerimos un nuevo país, sin maquillaje ni parches, donde la educación sea un discurso entendido como algo estructural con vínculo social.
Sí la intención es demoler Ecuador, se debería construir de forma paralela otra nación para que ésta se superponga sobre el obsoleto, mientras desaparece por ineficaz. Es más coherente y práctico construir algo nuevo y bien concebido que pretender rehacer lo carcomido.
Antes, hay que hacer una limpieza de las pretensiones de protagonismo político de una desprestigiada Asamblea, de varios políticos, partidos o movimientos como de ciertos operadores de justicia qué, por cada puntada dada, hay infinito cálculo personal. No les duele el país.
Los improntus- no importa de donde provienen- hacen flaco favor a la coherencia, racionalidad e insultan a la inteligencia. Dable sería analizar y aplicar un pensamiento estratégico con liderazgo de transformación, así como propiciar una cultura de paz para demoler la violencia que abarca todas las aristas y que mantiene a los ecuatorianos en luto y dolor.
No es nuevo y a nadie sorprende qué, la Policía necesita una reestructuración integral. Debió darse décadas atrás, pero caer en el juego de los desestabilizadores que buscan quebrar y debilitar la institucionalidad, es carecer de liderazgo y estrategia. La entidad requiere de un replanteamiento de la instrucción y formación de oficiales, no solo en sus aptitudes profesionales sino en sus actitudes humanas, con ética personal y profesional en su relación de servicio a la comunidad. Al fin y al cabo, son servidores públicos.
La instrucción debe tener un enfoque humanista que coadyuve e impulse la unidad para afrontar la grave y dolorosa realidad que se vive ante la inseguridad, violencia, crimen organizado, narcotráfico, trata de personas, pornografía infantil, entre otras. Es el concepto, enfoque y otras categorías de la institución policial, sobre las cuales se deben trabajar.
La demolición de una edificación pública es un acto simbólico trascendente cuando es el punto de inflexión y el evento culminante de una auténtica transformación social, de un cambio estructural histórico e irreversible. La caída del muro de Berlín, lo fue.
La violencia que se vive, de manera especial de género y producto de ello los femicidios obliga a reflexionar y tomar medidas para demoler las conciencias, las actitudes violentas, inhumanas y criminales.
El señor presidente dice que va a demoler el edificio de la Policía para construir otro con categorías de género. En ese caso, debería demoler todas las instituciones públicas por parecidas y no es que las privadas sean la excepción. Nada se dice sobre el transversalizar la perspectiva de género en las políticas públicas, así como alinear áreas estratégicas con esa visión desde otros ángulos. Sería un buen punto de partida, señor gobierno.
Más allá de tumbar edificios qué- a pesar del anuncio-, no lo harán y volver a construir con un nuevo costo para el Estado cuando ese monto pudiera servir para asignar recursos y trabajar en prevención y sacarle tarjeta roja a la pedagogía de la crueldad contra la mujer.
Sería conveniente informar al país- si el ofrecimiento en campaña -del ahora Presidente Lasso de entregar 24 millones de dólares en un presupuesto plurianual, lo ha cumplido en este año y medio de gobierno. Seis millones por año. Reflejaría el compromiso o la falta del mismo con una lacerante problemática social.