El Estado es la más increíble creación política de representación humana, según mi perspectiva. Solo deberíamos ver la historia de como el ser humano ha ido innovando, inventando y organizando ideas, teorías y con esto, derechos, para que estemos aquí, nos llamemos así, y ¿Seamos así?
Esta ficción jurídico política con implicaciones de todo nivel reconoce que existe un poder, el poder de la decisión y la ejecución de estas que recae sobre todos los que conforman el Estado, a esta composición humana la llamamos libremente como “el pueblo”.
Seguramente han escuchado varias veces hablar de “el pueblo ecuatoriano”, pero ¿Se han preguntado que significa el pueblo? Pues no es muy difícil, el pueblo somos todos, las personas que conformamos a la sociedad que se reconoce en el Estado, y por lo cual, en algún punto de la historia le quitaron el poder absoluto a un Rey y se lo entregaron al llamado pueblo.
Pero ¿Qué decidieron con el poder? Pues dividirlo, lanzarlo a varios pilares de la sociedad para que no se concentre en una sola persona y, por lo tanto, no dependamos de las decisiones de un mandante que, si no hacíamos lo que nos decía, nos cortaba la cabeza.
Entonces devienen los conocidos “poderes del Estado”, y bueno, esto también ha ido cambiando, pues clásicamente existen tres, mayormente utilizados que son: el legislativo, el ejecutivo y, el judicial. En Ecuador, nos inventamos dos más: el electoral y el de transparencia y control social.
Cada uno de estos cumplen con un objetivo necesario para el buen funcionamiento de la sociedad (supuestamente), y la regla general de este juego es: ninguno puede interferir con el otro. A esto se le llama, independencia de poderes. Así, el legislativo no puede meter a la cárcel a alguien y, el judicial no puede andar dictando leyes.
En este sentido, los representantes de cada uno de los poderes no se eligen solos, tiene procesos y, estos procesos a final de cuentas vienen del pueblo, a quién, como dije en un principio se le entregó el poder absoluto para que lo reparta como bien quiera y bien pueda. Es por eso que vamos a las urnas cada vez en cuando y elegimos a quién entregamos cierto tipo de poder, con lo cuál cumplimos con estos preceptos. Sí estimado lector, el poder está en sus manos todo este tiempo, si no lo sabía, ocúpese de entregarlo bien.
Entonces hoy vamos a hablar solo de uno y, creo que, del más importante, el poder legislativo. En este poder específicamente tenemos la representación de todo el pueblo ecuatoriano, electos por nosotros mismos, sentados en un asiento, haciendo esencialmente dos cosas: legislar y fiscalizar.
Legislar es el acto de proponer, reformar, derogar y, en general, darle un destino lógico a la normativa que nos regula y controla, por lo tanto, son estas personas, representando a cada uno de nosotros, y proponiendo posturas sobre el destino de las leyes. Entonces, cuando a usted le dice su candidato que va a hacer una ley para favorecerle a usted, debería primero preguntarle ¿Cómo lo va hacer? Si no, estaría mintiéndole en la cara; y, si no lo hace en los cuatro años que le tocan, usted tiene todo el derecho a preguntarlo porque no lo hizo. Hágalo.
Fiscalizar, en cambio es un proceso en el cual se evalúan a los funcionarios que deciden por usted y determinar si cumplen o no con sus obligaciones; en el caso que no lo hayan cumplido, entonces el poder legislativo lo sanciona destituyéndolo y/o censurándolo, para que no ocupe un puesto público por un tiempo determinado.
Esencialmente, eso es lo que hace el legislativo en ejercicio del poder que usted le ha entregado. Pero ¿Esto se está cumpliendo? Pues no le será sorpresa cuando le diga que no. En efecto, desde que somos Ecuador (1.830) el poder legislativo ha hecho leyes, y estas leyes han tenido un impacto en la sociedad y, ese impacto le ha dado o quitado trabajo, lo ha metido preso o lo ha liberado, pero siempre, sin lugar a dudas, uno, dos, tres, todos o la mayoría, han abusado asquerosamente del poder que le entregamos.
No es noticia reciente que los asambleístas reparten puestos en la Asamblea Nacional; unos se los reparten a sus allegados para que ganen suntuosos sueldos sin hacer nada; y, otros, más descarados aún, piensan que la Asamblea es una tienda y cobran por tal o cual puesto. Y si, le dimos el poder de decidir por nosotros y, estas personalidades, eligen vender el poder por unos cuantos peniques. Recuerde, usted los elige, ellos no se eligen solos, por lo tanto, vamos haciéndonos cargo también de la responsabilidad que tenemos por elegir a pillastres.
¿Qué va a cambiar? Nada, Ecuador no tiene una agenda parlamentaria a largo plazo, sobre la cual tengamos un camino de donde queremos llegar y como hacerlo ¿Por qué no? Porque somos tan inmaduros políticamente que lo que hizo el de atrás es una tontería, es algo inservible, hay que destruirlo y comenzar de cero. Y nuestros impuestos a la basura de los experimentos del de turno.
¿Cómo cambiar? Dejar de odiar a la política confundiéndola con politiqueros, tomarnos en serio esto de una vez por todas. Estoy seguro que usted se preocupa más por la vestimenta que se va a poner para ir a votar que por quién va a votar. No se ofenda, sabe usted que es verdad.
Los políticos no cambian, los embusteros no cambian, los come cheques tampoco, volvamos a lo inicial. Ellos no se eligen solos, los elegimos nosotros y lo más frustrante es que, al ser ellos los representantes de nuestra sociedad, son el reflejo más cercano de lo en realidad somos. Es horrible ver la cara más sucia de nosotros, por eso, odiamos a la Asamblea Nacional.
Es momento de cambiar, alistarnos para votar con tiempo de anticipación, estudiar a nuestros representantes, votar y exigir postulaciones de gente con experiencia y con liderazgo. Esos asientos deben ser ocupados por las mentes más brillantes en varias materias, no por brillantes vivos.
El Ecuador y la política cambia, cuando por primera vez en nuestra historia nos demos cuenta que, en una raya, está el poder absoluto ¿Estamos conscientes de esto? Es momento de estarlo.
Si vota, vote bien, no nos dejemos ver la cara compañeros.