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El Telégrafo

¡Si se cumplieran!

24 de abril de 2011

Para el cristianismo, cuya festividad mayor, la Pascua de Resurrección, se celebra hoy, trabajar por el Bien Común es exigencia moral  y concepto básico de la Doctrina Social, propuesta por la Iglesia en el siglo XIX.

Fue meta de los luchadores por la Independencia, cuyo ideario divulgamos. El precursor Eugenio Espejo denominaba al Bien Común, Bien Universal. Hasta en su obra científica por excelencia, Reflexiones acerca de las viruelas, fustigó la conducta de quienes se olvidan del Bien Común por el propio.

En la actualidad  este concepto está asociado al de justicia social, que hace prevalecer los intereses de la comunidad y de los desposeídos por encima de los personales y partidistas.

En la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2009, su presidente Miguel D’Escoto propuso una Declaración Universal sobre el Bien Común de la Humanidad, como complemento a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, añadiendo una referencia al derecho de la tierra.

Esta idea seminal y visionaria de llegar a una declaración unificadora del Bien Común Universal, como lo denominó Espejo, anticipándose a su época, fue discutida en la Comisión para la Reforma del Sistema Financiero y Monetario Internacional, que presidió Joseph Stiglitz. A ella asistió como consultor François Houtart, a quien pude entrevistarlo.

Él quedó encargado de elaborar un proyecto de resolución, que podrá ser un instrumento de trabajo pedagógico concreto bastante útil para salvar al planeta y al género humano, y dar un nuevo equilibrio, retomando un concepto clave: el Bien Común.

La propuesta tiene cuatro ejes que corresponden a los fundamentos de la existencia colectiva de la humanidad: su relación con la naturaleza, la producción de lo necesario para la vida (Economía), la organización colectiva social y política y la visión del mundo sobre la  base de una cultura ética. Lo hace como punto de partida para la definición de nuevos paradigmas que sirvan de articulación para la acción. No es un nuevo dogma; son alternativas para un mundo que debe cambiar.

Una declaración Universal del Bien Común de la Humanidad podría cumplir el mismo papel de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Pero habría que impermeabilizarla contra los abusos y manipulaciones que se cometen a nombre de estas declaraciones, que, si se cumplieran a cabalidad, estaría surgiendo ese mundo solidario, a cuya construcción el cristiano debe contribuir.

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