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El Telégrafo

Si no es política, ¿para qué?

03 de marzo de 2012

En estos tiempos de preparación de todo tipo de movilizaciones, algunas de las organizaciones dudan si las mismas tienen un carácter político o no.

Y sorprende la duda, ya que, teniendo una larga trayectoria, precisamente política, resulta que ahora no saben si es o no lo es, o, mejor dicho, si conviene declarar que son o no políticas las movilizaciones.

Bueno, hay que decir que toda acción social es política -Ushay-, por definición, porque pone en disputa todo tipo de intereses, pero cuando hay un halo de moralismo que los ronda, se cae en la duda, y esto sucede porque hay temor de declarar inoportunamente intereses específicos, sean de clase, estamento, etnia y que, por un lado, pretenden aparecer como expresión del todo social, pero, por otro lado, solo expresan intereses grupales.

Entonces, como no se logra encajar los intereses grupales con los intereses colectivos, es incómodo decir que es una marcha política.

Ese moralismo, que ataca los legítimos intereses políticos, llena de temores a los futuros movilizados que se presentan como opositores al régimen de turno. Para el caso de las organizaciones indígenas, es inaceptable que el presidente de la Conaie declare que “la movilización no tiene un fin político” (ecuadorinmediato.com: 2012-02-26).

Solo de pensar en esta posibilidad uno se espanta, que siendo la organización más representativa de pueblos y nacionalidades indígenas en el Ecuador, además de representar a otros sectores sociales,  se plantee que será una movilización no política.

Si no es política, ¿para qué movilizarse? Ahora es cuando hay que presionar por una mayor politización de la sociedad ecuatoriana, y no como pretenden las derechas, reducirlo todo a una simple y rancia acción moral (aspirando a que sea la rancia moral de todos).

Pero nos preocupa más lo que las organizaciones indígenas hacen y dicen, ya que son fundamentales para la transformación radical de este país.

Por eso, es urgente una minga política al interior de estas organizaciones; una politización hasta la médula. Pero también, no se puede dejar de lado las coyunturas, pero hay que superarlas para no caer en el juego mediático o, peor aún, en lo que ciertos autodenominados encomenderos posmodernos quieren, que “les den pensando a los indios”, cuando, ni de lejos, han coexistido en los buenos y difíciles tiempos de fortalecer las llamadas organizaciones de base. “Queremos decirle al Presidente de la República que nuestras luchas son revolucionarias” (Ibíd).

¿Cuándo las luchas revolucionarias dejaron de ser políticas? Las consignas de defender la dignidad de las organizaciones, radica en que las organizaciones no pierdan su naturaleza política; que disputen el poder -Ushay-, en lo electoral y más allá de este. Hay que desterrar el moralismo y levantar consignas materiales, sobre todo, una profunda y legítima Revolución Agraria, solo con esta se trastocará el orden existente, y no con los moralismos y lamentos mediáticos.

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