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El Telégrafo

Si el twitter pusiera presidentes, el ganador sería...

17 de febrero de 2013

Las redes sociales son un fenómeno global que tiene sometidos a millones de seres humanos a unas rutinas, fobias, afectos, desafectos, pasiones y pulsiones que solo ahora se expresan abiertamente.

Basta ver lo ocurrido en la campaña electoral de Ecuador, en la de Venezuela y en la de Argentina, como fenómenos político-mediáticos, para advertir hasta dónde un buen grupo de “ciudadanos” hace uso del twitter y el facebook con propósitos absolutamente opuestos a una participación ciudadana.

De todos modos, no hay como negar que en las redes hay una absoluta libertad de expresión, tanta que algunos periodistas ecuatorianos haciendo uso de ella mienten, ofenden, confunden, se burlan y hasta someten a sus propios medios (de la prensa privada y comercial) a un escrutinio sobre la calidad de la información que muestran sus periodistas.

Si se hace un estudio entre lo que dicen en las redes y lo que publican se entenderá lo que los académicos han dado en llamar “crisis del periodismo”. Que no es del todo así, pero como ocurrió con la foto de Hugo Chávez en el diario El País de España, sus editores confundieron su portada con una red social y lanzaron lo que su pulsión política les obligaba. ¿Se olvidaron que una portada no es un twitt? ¿Habrán pensado estos días toda la carga de significados y sentidos que tiene la portada de un diario? ¿Hemos perdido ya la capacidad de respetar a nuestras audiencias con el significado hasta histórico de una primera página de un periódico?

Si en Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela las redes sociales fuesen la mejor expresión de esa “ciudadanía activa”, los mandatarios actuales de esas naciones habrían perdido todas las elecciones. Incluso, por ahí hay un canal privado del Ecuador que  inventó, junto a una agencia de publicidad, un twitómetro para exponer la “vida activa” de los candidatos y resulta que en ese medidor los que iban últimos en las encuestas publicadas hasta el 7 de febrero ocupaban los primeros lugares. Mañana se sabrá hasta dónde les funcionó el “jueguito”.

Es increíble cómo determinados periodistas que abogan por la libertad de expresión y que son jefes de redacción o editores, en las redes sociales dicen de todo y en sus diarios están impedidos de colocar información relevante para sus audiencias. Demandan a todo mundo respeto por la libertad de expresión y prensa, y son los primeros en autocensurarse impidiendo que sus lectores (la mayoría no usuarios de redes sociales) conozcan lo que “informan” en facebook y en twitter todos los días, a cada minuto.

¿Qué hace que ese grupo político (de políticos, periodistas, activistas y también pensadores) haga de las redes sociales su espacio de odio, amor y pasión por la política mediática? ¿Por qué colocan allí todas sus neuronas y energías? ¿Están claros que ahí no está toda la realidad y tampoco ahí se resuelven los nudos de la política y la sociedad?

¿Por qué dan por hecho que ahí está “la vida misma” y es el reflejo absoluto de la realidad de sociedades inequitativas, con complejos y conflictos familiares intensos, de procesos culturales perversos en algunos casos?

Quizá por el mismo motivo que algunos medios privados asumen como la única realidad la que ellos colocan en sus plataformas mediáticas; porque fuera de ese escenario la vida ya no existe y toda acción social y ciudadana solo tiene sentido y legitimidad si se encauza y expresa en las redes sociales. También es posible que miren la política como la más visible manifestación de expresiones inmediatas y urgentes en 140 caracteres y no como procesos complejos de acumulación histórica, con avances y retrocesos, con unos esfuerzos individuales y unas dificultades colectivas. La banalización política en las redes sociales ha hecho creer a mucha gente que candidatizar a un burro fue un acontecimiento tan importante que iba a sostener una campaña política de ruptura, pero ya vimos que se disolvió más rápido que la caída de meteoritos.

Al término de esta jornada electoral ecuatoriana quizá un factor neurálgico a considerar para futuras evaluaciones y análisis sería el rol de las redes sociales en la construcción democrática. Y cómo cada uno de sus actores y activistas puede aportar argumentos y no solo pulsiones que se evaporan al instante mismo de colocarlas.

Y algo más: la sociedad misma demanda del uso de las redes sociales para abundar en otros temas y soluciones a los problemas. La verdadera participación ciudadana está por otros andariveles y las redes sociales “cachan” poco ese latir. Se han concentrado en cuestionar al Consejo de Participación como si ese fuese el verdadero espacio de la participación.

Por lo pronto, entonces, el debate, por lo visto en la campaña, no estuvo en las redes sociales y tampoco la decisión de quién será presidente estuvo ahí.

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