Crónicas de un desenlace anunciado, parodiando a García Márquez, podrían llamarse las reseñas sobre los cambios de gobierno acontecidos en Grecia e Italia. Papandreu, cuyo gobierno no fue causante de la crisis sino el heredero de la que generaron anteriores administraciones de derecha, debió abandonar el poder debido a la presión de esos misteriosos e impredecibles desconocidos llamados mercados, que exigían el traspaso a un tecnócrata de absoluta confianza de la Unión Europea, a fin de completar el paquete de ajuste impuesto al pueblo griego.
La gran culpa del ex dirigente socialista es no haber recurrido en primera instancia a la consulta con su pueblo, a fin de que el capital financiero sea el castigado y no los sectores populares, aunque ello supusiera el fin del sueño de pertenecer al club europeo.
En Italia, su primer ministro impresentable había tocado fondo, no por sus escarceos eróticos que lindaban con lo ridículo, sino porque su errada conducción precipitó al país a una situación insostenible por lo que se impuso el relevo, también por un tecnócrata militante de las mismas filas neoliberales, respetable en lo personal -lo que marca la diferencia-, pero decidido a continuar con un proceso que asegure el fiel cumplimiento de las obligaciones con la banca del Viejo Continente, aunque aquello se logre con una mayor presión sobre la ciudadanía, condenada a pagar por los excesos y errores cometidos por sus malos dirigentes políticos.
El genial Albert Einstein decía que es necio repetir más de lo mismo que ya fracasó. El recetario que se aplica en Grecia e Italia no podrá conseguir la superación de los problemas ni mejoras en el nivel de vida de la gente. Por ello, continuarán en niveles mínimos los índices de crecimiento, lo cual repercutirá en una de las variables más sensibles: el empleo.
El domingo se llevarán a cabo las elecciones anticipadas en España. El Partido Socialista Obrero Español, de Pablo Iglesias, probablemente entregará sin pena ni gloria el gobierno al Partido Popular, heredero vergonzante del franquismo. El mayor error del partido socialista es haber olvidado hace ya mucho sus orígenes, desvinculándose en su administración de los sectores de los cuales surgió.
El triunfo del PP consolidará el poder de la derecha dentro y fuera de España y será nefasto para los regímenes progresistas latinoamericanos.
La esperanza está en los “Indignados” del 15-M. Más temprano que tarde serán ellos quienes rescatarán España para su pueblo.