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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y el ajedrez

Sherlock Holmes no aclaró este crimen

Historias de la vida y el ajedrez
19 de marzo de 2015

Tanto la literatura como los grandes medios no solo tienen el poder de interpretar la realidad, sino de crearla. En un país vecino, la actriz que hacía de “mala” en una telenovela fue atacada en un centro comercial. Una señora energúmena la estrujó y le dio carterazos: no le perdonaba sus oscuras intenciones en la trama de la pantalla chica.

Y en la costa Caribe colombiana, en Aracataca, el pueblo de García Márquez, algunos niños espontáneos tienen una actividad nueva: Por unas monedas llevan al paseante a conocer la supuesta tumba del gitano Melquíades, las casas de Úrsula Iguarán y Remedios la Bella, o el muro contra el cual fusilaron al coronel Aureliano Buendía. Al final el viajero no sabe si estuvo en Aracataca o en Macondo. Puro turismo mágico literario.

Así como los niños de Aracataca agradecen que los personajes de Cien Años de Soledad habiten el pueblo, Arthur Conan Doyle, el creador del infalible detective Sherlock Holmes, estuvo feliz de que su personaje no saliera de la novela para aclarar un crimen.

Un investigador inglés, Rodger Garrick, conjuntamente con Scotland Yard, está investigando al famoso escritor. Primera conclusión: La novela El perro de los Baskerville no fue escrita por Conan Doyle, sino plagiada a su amigo Bertram Fletcher, que nunca recibió reconocimiento.  

Y afirma que Conan Doyle fue más allá: Tuvo un romance intenso con la esposa de Fletcher y entre los dos decidieron envenenarlo. “La causa de la muerte de Fletcher ha sido el tifus”, dijo el doctor Conan Doyle. Pero fotos tomadas días antes de su muerte lo muestran feliz, sano, sonriente. Y se preguntan en Scotland Yard, ¿por qué siendo el tifus una enfermedad tan contagiosa no hubo otros enfermos cercanos? ¿Por qué su traslado fue en una caravana abierta, sin ninguna precaución?

Pero alguien sabía algo. Cuando Arthur Conan Doyle fue investido caballero por parte de la corona inglesa, llegó un paquete misterioso al Palacio de Buckingham. Llevaba ropa sucia e iba a nombre de Sherlock Holmes, el personaje literario. Al abrirlo, una pequeña nota: “Señor Holmes: Por favor investigue las suciedades de ese médico tan cercano a usted”. Obviamente era una acusación velada, pero con una clara interpretación: en la vida del ahora sir Arthur Conan Doyle había una mancha.

A diferencia de los niños de Aracataca, hay quien afirma que Conan Doyle se alegraba de que los personajes de las novelas se quedaran atrapados para siempre entre las páginas de los libros.

En ajedrez como en la vida, las piezas sueltas son un peligro. Aquí la debilidad del negro queda al descubierto.

1: D3R la torre mueve y
2: D6C con mate a la siguiente.

Rodger Garrick-Steele: El investigador del posible crimen de Conan Doyle, junto a la tumba de Fletcher.
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