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El Telégrafo

Sembrando odios

24 de septiembre de 2012

Se dice, con razón, que en el mundo de la naturaleza racional y normal, al sembrar una semilla algo se va a cosechar y no puede ser otra cosa que un ente de la misma característica que le dio vida.

Por eso, es cierto que “quien siembra vientos cosecha tempestades”.

Si pasamos la mirada a lo que hoy acontece en cualquier lugar del mundo donde las personas y las organizaciones sociales siembran vientos no se puede aspirar a que cosechen cosas diferentes a las tempestades.

Un grupo de torcidos periodistas y cineastas concibió, con perversidad nefasta, la producción de una película destinada a manchar el honor y a ridiculizar al profeta Mahoma de la religión islámica, lo que ha provocado el brote de una reacción violenta contra los Estados Unidos e Israel, de donde provienen los autores de una blasfemia que hiere los profundos sentimientos de los creyentes de esas religiones.

Esa  película, cargada de oposición y desprecio, solo puede provocar una reacción tumultuosa, agresiva, violenta y mayormente intolerable, dado  que provoca la ira de los seguidores de esa religión.

Cada vez es más difícil contabilizar el número de muertos y heridos que provocan las manifestaciones de protesta ante la producción de esa película y su divulgación por los medios sociales.

Es seguro que mientras no se perciba algún tipo de castigo para los autores de una blasfemia ofensiva a la fe religiosa de quienes se sienten heridos por el odio sembrado en la película de marras, las acciones violentas de protesta se mantendrán y deberá lamentarse el dolor que ellas provocan.

No pocas veces ha sucedido así en otros lares donde se practican otras religiones y gente desaprensiva ha herido su susceptibilidad sustentada en la fe y la creencia.

Se puede ser ateo y no practicar  religión alguna, pero eso no autoriza a nadie a burlarse de las creencias de los demás, como sucede en el caso que comentamos.

No pasa solamente con las ideas religiosas, también se cosecha violencia cuando se siembran odios por las ideas políticas y las conductas sociales.

La convivencia humana obliga a respetar a los otros, a los diferentes, a los que tienen sus propias creencias.
Las guerras por temas religiosos son las que han dejado las peores huellas.

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