El 30 de octubre se elegirá en segunda vuelta al mandatario de Brasil. La polarización política es evidente entre el candidato de derecha Jair Bolsonaro quien obtuvo en el primer balotaje un 43,20% y el candidato de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva con un 48,43% de los votos. Cada uno ha propuesto dar desde su enfoque soluciones a los problemas internos que aquejan a su nación, tales como la crisis sanitaria por COVID, una inflación que supera el 8% y más del 29% de la población dentro del margen de pobreza.
Por su lado, Bolsonaro, propone dar impulso a la minería, la agricultura y la ganadería, así como continuar con las privatizaciones y mantener subsidios como el bono ‘Auxilio Brasil’ entregado a personas de pocos recursos. Parecería que sus estrategias económicas van teniendo resultados positivos con un crecimiento lento de su economía. No obstante, varios sectores sociales critican su deficiente manejo de la pandemia, su discurso extremo en contra de los derechos humanos y la explotación de la región amazónica.
Desde su posición, Lula se centra en la inversión pública dando énfasis a la construcción de infraestructura para movilizar la economía nacional. Asimismo, propone aumentar el salario mínimo y una reforma tributaria que genere mayor equidad, así como políticas de protección ambiental sobre todo en el Amazonas. A pesar de contar con el apoyo de los candidatos que quedaron en tercer y cuarto lugar, aún mantiene una imagen muy desgastada debido a los escándalos por corrupción en su anterior mandato, los cuales lo tuvieron en prisión hasta que un juez decidió anular sus casos de corrupción pasiva y lavado de dinero.
A nivel regional, el impacto de los resultados en Brasil será importante, considerando que el triunfo de uno u otro candidato representará peso hacia su tendencia política. Esto tomando en cuenta que los recientemente elegidos gobiernos de izquierda van teniendo dificultades para implementar sus programas de campaña y que cada vez hay menos países latinoamericanos que eligen mandatarios de derecha. En ese escenario, si Lula es elegido priorizará la soberanía y reactivará la integración regional, buscando un posicionamiento internacional del país en temas de interés global como el cambio climático. Por su parte, Bolsonaro plantea enfocar su política exterior en las necesidades internas del país, buscando insertarlo cada vez más en las cadenas globales de valor y fortaleciendo el multilateralismo. La implementación de estas políticas también tendrá sin duda un efecto en los ámbitos económico, migratorio y ambiental en la región.