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El Telégrafo

Segunda categoría… tránsito por el infierno

12 de octubre de 2011

Superar la segunda categoría para retornar a  la división de privilegio es casi una epopeya. Es como lograr una hazaña, todo aquello que rodea a estos  torneos  convierten a esta división en un tránsito por el infierno.

Con todo el respeto y destacando el mérito enorme que significa obtener la Copa Libertadores de América, la Copa Sudamericana o cualquier torneo internacional,  estoy convencido de que es más difícil sobrepasar la segunda categoría que consagrarse como “Rey de América”.

Y es que solo quienes viven en esta división conocen, pueden dar fe, sufren y deben sortear las diversas dificultades para intentar, como es el caso de uno de los históricos del fútbol ecuatoriano y en particular de la ciudad de Quito, el Aucas, lograr el ansiado retorno, al menos a la serie “B”, que es el premio que se obtiene luego de superar tres largos y difíciles torneos durante la temporada.

En esta categoría, para empezar con la larga lista de problemas e inconvenientes que se deben dejar  atrás para llegar al objetivo, está el poco o ningún interés que genera este campeonato. La presencia de Aucas, sin duda, le ha dado otra expectativa. Donde se presenta el “Ídolo capitalino”, los estadios se llenan; sus seguidores no lo han abandonado.

De local tiene un promedio de asistencia de cinco mil personas y de visitante quizá es donde más convocatoria tiene. Será por eso que sus rivales esperan con ansiedad el compromiso ante los “orientales”, para recaudar grandes cantidades de dinero. Eso   lo han expresado francamente varios dirigentes, quienes han dicho que eso les permite financiar el año. No hay respaldo ni apoyo de la empresa privada, salvo casos excepcionales, hinchas que a través de sus empresas aportan con su contingente.

No existen derechos de televisión y, consecuentemente, no es fácil encontrar recursos económicos para financiar el plantel. Aquí el dinero, casi por generalidad, hay que buscarlo en los bolsillos de los directivos; cada vez son menos quienes están dispuestos a asumir tamaña responsabilidad.

Los pésimos campos de juego -algunos son auténticos potreros-, la falta de garantías y seguridad de la mayoría de los escenarios, arbitrajes que por ser de tercer orden tampoco ofrecen garantías, ya que ni los propios jueces tienen seguridad y, en consecuencia, son objeto de presiones, son algunos de los problemas que tienen que afrontar los equipos que están en esta categoría.

Si en la primera división, en muchas oportunidades, nadie garantiza la integridad de los protagonistas o de los espectadores, imagínese lo que acontece en segunda. El mismo reglamento establece limitaciones, hay algunos aspectos que si bien es cierto son importantes, en otros la FEF es demasiado rigurosa, incluso en primera división, que tiene  una infraestructura y realidad diferente, genera malestar su aplicación o resulta demasiado complejo.

Cuántos equipos de la serie “A” han expresado su inconformidad por la inclusión de un jugador juvenil durante 45 minutos. En esta categoría la obligación es  incluir a tres elementos menores de 18 años y durante los 90.

Es demasiada exigencia para una división que a duras penas logra el presupuesto para mantener al plantel de primera, ¿cómo puede entonces financiar unas menores bien cuidadas, atendidas y trabajadas que permitan nutrir de jóvenes elementos al primer equipo? Otra disposición reglamentaria determina que solo pueden actuar tres jugadores mayores de 25 años, lo que obliga  en muchos casos  a disputar los partidos con elementos desconocidos que no han logrado su madurez profesional y que, en su mayoría, no generan interés alguno en los aficionados.

Hay que mencionar también el criterio con el que inicié este artículo: la obligación de ganar tres torneos. No puede fallar en ninguno, caso contrario todo se va al tacho de basura.

Una vez más cito el caso de Aucas: primero debió imponerse en  el campeonato provincial en Pichincha, 18 fechas durísimas; con todo el grado de complejidad ya señalado, sin derecho a equivocarse y con una disposición especial de los rivales, hay que ganarle al “Ídolo”, todos quieren tumbar al “equipo del pueblo”. A esto hay que agregar la presión de la hinchada. No basta ganar, hay que gustar y golear; en segunda categoría jugar más o menos bien ya es todo un mérito.

Luego viene el torneo zonal, diez fechas igual de complicadas, con la presión que sigue creciendo. Para esta temporada se modificó el reglamento y se  permite la clasificación de cuatro equipos como mejores segundos. Gracias a este cambio, Aucas logró clasificar al hexagonal final, sin esta modificación ya se habría consumado otro fracaso, igual al del año anterior para el cuadro popular.

Para esta última parte de este largo serial de torneos, solo sirve ser primero, luego de otras diez fechas muy difíciles -en total ya son 38 jornadas-, sin el mínimo derecho a la equivocación, porque el que pierde, “adiós, gracias por participar y lo esperamos el próximo año”. Solo ahí se puede decir misión cumplida. Así de difícil y hasta cruel es este torneo de segunda categoría.

Es por esto y muchos aspectos más que sostengo que es más fácil ser campeón de la Libertadores, que volver desde el infierno, perdón, de la segunda categoría, a primera.

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