Esclavos del hampa: los ciudadanos estamos inmóviles, estancados con esta epidemia que no deja avanzar y que mata también. La delincuencia en Ecuador no es un simple lastre fortuito y eventual, se trata de una condición cotidiana y perenne. Recordemos que se vino en aumento cuando un fresco Rafael Correa asumió la presidencia en el 2007. Por allá, recién empezábamos a escuchar lo que se denominó “secuestros exprés”.
Desapariciones, sicariato, tráfico de drogas, secuestros, también fueron en aumento y a los victimarios se les dotó de más “derechos”, mientras que a las víctimas, a largas esperas de “justicia”.
Lenín Moreno asumió el poder con supuesta institucionalidad, la misma que se fue descosiendo hasta llegar a un punto, al día de hoy, que matan por encargo a plena luz del día mientras él se sube el sueldo.
La semana pasada escuché a un oficial de alto rango policial, decir a la ciudadanía que pierda cuidado, que los asesinatos son a jóvenes que tienen antecedentes penales… ¿Y? vuelvo a preguntar ¿Y? ¿eso qué? El mensaje es macabro: alguien con antecedentes penales se buscó la pena de muerte extra judicialmente. ¿Qué clase de Ciudad de Dios es ésta?
Es claro que no está funcionando lo que se viene haciendo contra la delincuencia desde hace años. La fórmula: a mayor vigilancia y mayor número de policías, es igual a menor grado delincuencial, disminución de muertes violentas, menos femicidios, robos, etc., es inservible y jamás ha dado resultado como medida preventiva. Hay que dejar que la ciudadanía se pueda defender y contribuya a su propia seguridad, cambiando las leyes y capacitándola, sin culpar a la víctima tal como se ha hecho toda la vida en nuestra folclórica tierra, responsabilizándola tanto por “exponerse”, como por “defenderse”.
En Estados Unidos el porte de armas es un derecho irrenunciable, pues, quien está desarmado será el esclavo del que tiene las armas y por supuesto que las reglas a cumplir por este pase a la libertad son claras.
Pero Ecuador la tiene difícil, porque con un poquito de poder ya queremos visitar al Papa. Ahora imagínense con armas.