Luego de varios años y por iniciativa brasileña, se retoma una cumbre de los países de América del Sur. Para esta reunión se ha confirmado la participación de todos los mandatarios de la región con excepción de la presidenta del Perú, quien enviará como delegado a un ministro. Si bien por un lado se observa este paso como una oportunidad de reactivación de la integración, el encuentro no está libre de controversias.
El objetivo de esta cumbre, según miembros de la diplomacia brasileña, es justamente retomar el diálogo regional con miras a consolidar nuevamente la integración, pero indican que se trata de un encuentro más bien informal para buscar puntos de interés común más allá de las ideologías. Sin embargo, la figura del presidente Lula tiene una carga ideológica muy marcada hacia la izquierda, a pesar de que desde su campaña ha tratado de delinear una postura moderada.
Esto se evidencia principalmente por su acogida previo al encuentro a Nicolás Maduro, dándole su respaldo político y sugiriendo que la crisis en ese país se debe a injerencias políticas externas, sin tomar en cuenta las violaciones de derechos humanos y problemas estructurales de dicha administración.
Se ha observado desde el inicio del mandato de Lula la estrategia de Brasil de retomar su liderazgo en temas internacionales y regionales. No obstante, se critica que la eficiencia y prestigio histórico de la diplomacia brasileña se ven confrontados por declaraciones y decisiones más ideológicas por parte de Lula. Existe, por lo tanto, expectativa de cómo se llevará la cumbre, pues una iniciativa de integración solo podrá funcionar desde la neutralidad ideológica. Esto fue claro en el caso de UNASUR, un importante esfuerzo, donde por primera vez se juntaban todos los estados sudamericanos, pero que debido a polarizaciones políticas fue perdiendo sus miembros. Incluso en el caso de PROSUR, pensada como una alternativa regional de derecha, su tinte ideológico al parecer también la mantiene sin resultados.
Este encuentro contribuye a una imagen de cierta estabilidad política en la región, en medio de situaciones institucionales complejas tales como las de Perú, Chile o Ecuador. En el caso de la presencia de Guillermo Lasso, esta invitación legitima el apoyo de la región a su permanencia durante este período de transición. Por otro lado, es importante que todos los mandatarios hayan aceptado esta invitación. Se espera que la ansiada neutralidad ideológica se haga realidad, para que la región retome sus objetivos de integración desde una mirada política de largo plazo.