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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

Se necesitan personas honestas para el Buen Vivir

02 de julio de 2016

Cada persona es diferente, es más inteligente que otra, tiene un perfil de aptitudes y talentos únicos y, sin embargo, todos podemos ser honestos, que es la condición fundamental para que se dé el Buen Vivir en una comunidad, en los negocios sin abusos y en los empleados y funcionarios públicos que no roben y actúen correctamente.

“Como honestidad se designa la cualidad de honesto. Como tal, hace referencia a un conjunto de atributos personales, como la decencia, el pudor, la dignidad, la sinceridad, la justicia, la rectitud y la honradez en la forma de ser y de actuar”... “La honestidad es un valor moral fundamental para entablar relaciones interpersonales basadas en la confianza, la sinceridad y el respeto mutuos. Una persona que actúa con honestidad lo hace siempre apoyada en valores como la verdad y la justicia, y no antepone a estos sus propias necesidades e intereses”.

¿Es tan difícil ser honestos? Es una revolución ética y moral. Es una decisión interior y es un respeto moral en la sociedad. Se encuentra en todos nuestros actos, desde los más íntimos como externos e integra lo que pensamos, decimos y hacemos.

“En una persona honesta, incluso los actos más pequeños están regidos por la honestidad. Informarle al vendedor que se ha equivocado a nuestro favor con el cambio, devolverle al anciano el billete que se le acaba de caer sin notarlo, cumplir con nuestras obligaciones aun cuando nadie nos vaya a gratificar por ello, vigilar nuestras palabras en la medida en que estas puedan herir o afectar a terceros, guardar discreción ante aquello que lo amerite, ser prudentes en el manejo de nuestros recursos, tanto económicos como personales, asumir la responsabilidad de nuestros errores, rectificar y corregir cuando sea necesario, ser leales y transparentes en nuestras relaciones con los otros; todo ello no es sino una breve enumeración del largo catálogo de acciones donde podemos manifestar activamente nuestra honestidad”. Ser honesto es una montaña de pequeñas cosas sencillas, de múltiples pequeñas acciones, de pequeños granos de arena que se construye en un bloque y una catedral.

Una persona honesta lo es en su vida íntima, la familia, los vecinos, los amigos, el barrio, el tránsito, los estudios, el trabajo, el deporte, la política, el Estado. “Un individuo honesto, en definitiva, es ante todo  honesto consigo y, por lo tanto, no se traiciona a sí mismo”.

A continuación unas joyas sobre la honestidad. Dice Zig Ziglar: “La honestidad y la integridad son absolutamente esenciales para el éxito en la vida. La buena noticia es que cualquier persona puede desarrollar tanto la honestidad como la integridad”. Platón: “La honestidad es para la mayoría menos rentable que la falta de honestidad”. Benjamín Franklin: “La honestidad es la mejor política”.

Alguna vez el pensador y poeta cubano Raúl Ferrer me aconsejó: “Si algún día tienes que escoger entre una persona que se contradice, que puede ser famosa, pero desprestigiada, que incluso se llama revolucionaria, pero es una persona inconsecuente, prefiere a una persona honesta, como dijo el ‘Che’ Guevara; independientemente de la posición filosófica, religiosa o política, quédate siempre con el honesto porque, en el fondo, en todo honesto existe un revolucionario”.

Ser honesto se encuentra  al alcance de todos los seres humanos. Las acciones honestas cuestan tan poco hacerlas y valen mucho. La verdadera riqueza de un país es que sus habitantes y principalmente sus empleados públicos sean honestos. Que sean consecuentes consigo mismos. Los honestos son espontáneos como la respiración, no necesitan pensarlo. La mayor riqueza de los honestos es que no existe la cantidad suficiente de dinero para comprarlos. A  ellos los necesitamos. Si hubiera más, muchas más personas honestas, el dinero alcanzaría hasta para guardar para emergencias. (O)

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