Han pasado ya seis meses desde la invasión rusa a Ucrania, se pensaba que esta guerra duraría unos días o máximo unas semanas, dada la superioridad en armamento y también en número de soldados de la Federación Rusa, sin embargo y contra todo pronóstico, la guerra se ha alargado, los muertos y heridos son numerosos de lado y lado, las pérdidas económicas son muy cuantiosas y el futuro se avizora con negros nubarrones.
La próxima llegada del invierno en el hemisferio norte, con temperaturas que pueden ser extremas, así como extremados han sido los calores que se han sentido durante este verano que termina, lo que ejercerá una presión enorme sobre las reservas de gas y de petróleo del planeta, con la consabida subida de precios.
Es decir, el invierno llegará con su carga de frío y con la necesidad de calentar las viviendas, los espacios de trabajo, las empresas, las industrias, trayendo consigo la imposibilidad de hacerlo, sobre todo de las clases paupérrimas de la sociedad, que suelen ser siempre las mas golpeadas por las circunstancias.
Si la guerra continúa y los bloqueos persisten, los países de occidente seguirán angustiados por la provisión de combustibles, o, con una mirada y visión proactivas tratarán de reemplazar los viejos medios para la producción de energía por las llamadas energías limpias, por la búsqueda de consolidar un modelo diferente, con un mayor énfasis en lo alternativo que puede tomar diversos causes.
Estas oportunidades estarán enrumbadas por los avances en la energía nuclear, la solar, la eólica, la hidráulica, la geotérmica y otras que puedan surgir, algunas llevan más tiempo que otras, pero siempre es tiempo para empezar o para profundizar en su uso.
El invierno se acerca y la guerra continúa, muchos niños, mujeres, ancianos, siguen alejados de sus hogares a la espera de que el alto de las hostilidades ponga fin a esta guerra absurda, tan absurda como todas las guerras.