Una ensalada de frutas en Ecuador tiene una huella de carbono del tamaño de un dinosaurio debido que más de la mitad de sus componentes son productos importados que en un 90% son agua, que es trasladada en barcos que queman miles de toneladas de contaminante búnker, ingrediente fundamental para el calentamiento global.
Gravar importaciones de alimentos abre vías de mayor velocidad al cambio de matriz productiva, dará más identidad a nuestro turismo y generará una experiencia auténtica en el turista, que no puede caer en el absurdo de venir a nuestro país a ingerir naranjas españolas, dátiles de Egipto, uvas y manzanas chilenas, salmón de la Patagonia, carne uruguaya y un sinfín de embutidos, enlatados, lácteos y más sabores importados con los que se quiere lograr una notoriedad artificial.
Privilegiar el uso de nuestras frutas y productos para marcar una experiencia auténtica y diferenciada en el visitante es solo el inicio, debemos pasar a procesarlos y empacarlos en presentaciones turísticas, en souvenirs, es decir en pequeñas porciones que soporten el largo viaje de retorno y permitan compartir con la familia los exóticos sabores encontrados en nuestro biodiverso país.
Las salvaguardias han generado una ola de especulación en el precio de los alimentos con el grado de tsunami al estilo de la partidocracia, cuando las devaluaciones del sucre disparaban un alza generalizada y permanente de precios, para, al igual que ahora, recrear una atmósfera de falsa crisis para sentirnos victimizados y acudir a la autocompasión.
Al final del día, el turismo es el gran perdedor, por la gigantesca cantidad de noticias negativas emitidas a nivel nacional e internacional, por alimentar una confrontación que cansa, por la especulación que sí encarece la prestación de servicios turísticos, cuyos precios no pueden ser alzados como si fueran naranjas, porque el difundir la palabra ‘crisis’ -sin haberla- convoca a la gente a guardar su dinero y abstenerse de viajar, porque el país se hace más caro para nosotros y no para los turistas, pues somos el segundo país de Sudamérica en precios bajos, porque todos somos responsables del alza de precios, sea que los alzamos, sea que pagamos lo que nos piden y no buscamos otras opciones.
Por su parte, los productos nacionales favorecidos con el gravamen a sus similares importados y que anuncian duplicar ventas y empleados, deberían bajar sus precios debido al aumento de ganancias que les da su nuevo volumen de negocios.
En el mundo digital, la información turística y las reservas hoteleras a través de dispositivos móviles alcanzan ya el 50% y literalmente ahora la oficina de reservas se lleva en la mano. La importación de la tecnología debe estar libre de gravámenes para que el turismo crezca sin impedimentos y al ritmo de las altas inversiones en promoción que realiza en país. Cualquier cambio debe venir para ser más fuertes.