Debería ser una norma de conducta permanente, un hábito incentivado desde las más tiernas edades por los padres y madres a sus hijos. Se trata del lavado de manos; sobre todo antes de cocinar o preparar alimentos, antes de comer y después de ir al baño.
Tan importante es esta acción, que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidieron instaurar el 15 de octubre de cada año como el Día del Lavado de Manos, para establecer un recordatorio y crear un hábito.
Lavarse las manos con agua y jabón pueden evitar muchas enfermedades, como por ejemplo las diarreas y las infecciones respiratorias. Pero para que el hábito sea efectivo, se trata de un lavado a conciencia, no de un simple enjuague.
La verdad es que muchas vidas de personas en el mundo entero se salvarían si solamente se adopta el hábito del lavado de manos, como lo demuestran los resultados de estudios al respecto.
En estos días en que el coronavirus pasó de ser una entelequia o algo lejano que veíamos ocurre en otros países, y ya se encuentra en el nuestro (con seis casos reportados hasta la noche del domingo), la recomendación del lavado de manos se ha vuelto reiterativa como una medida eficaz de prevención de contagio.
Es una norma de higiene que hay que aplicarla ahora con mayor frecuencia, luego de estar en contacto con otras personas y luego de tocar superficies que, eventualmente, pudieron estar contaminadas con el agente patógeno.
Lo importante es seguir los consejos de los especialistas y no caer en pánico; tampoco se trata de tener actitudes despectivas o de fobia hacia las personas que contraen la enfermedad o se encuentran en observación por la sospecha de tener el virus en su organismo.
Sentido común y solidaridad son elementos clave en estos momentos. (O)