La mujer se debate entre las violencias: física, económica, sicológica y política que busca impedir la participación de la mujer por ser mujer, poniendo retos muy grandes a la democracia, los Derechos Humanos y la igualdad de género.
Las candidaturas (elecciones 2021), evidencian que prevalecen estereotipos y patrones socioculturales que naturalizan la participación política de los hombres aunque, en muchos casos, sean reos de la justicia.
La violencia contra la mujer no es nueva pero en cuarentena recrudeció con matices propios de esta época. Ecuador llegó a la emergencia con todos los indicadores en rojo y el Covid 19, cual espejo global proyecta de cuerpo entero cifras altas. El ECU 911 recibe una llamada cada cinco minutos por violencia intrafamiliar y el fin de semana es una por cada tres minutos.
Este y otros escenarios llevan a la reflexión que para amar sin dolor cabe recapacitar sobre las prácticas afectivas, cuestionarlas y desaprender las mal llevadas experiencias para abandonar la idea romántica de que la felicidad existencial como personas, solo depende de alguien que nos colme. Cada vez hay más mujeres que purgan, renacen y re piensan el amor cuando trabajan en des aprender todo lo que del amor les enseñaron los cuentos, películas, canciones, poemas y familias que en muchos casos reprodujeron relaciones destructivas.
El tema de fondo es la reflexión que permite salir del bucle, de las acciones repetidas que han causado desencuentro y dolor en quienes aman. Gracias al feminismo se entiende que muchos escenarios y experiencias “tradicionales” del amor dañan y que la desigualdad de género y la violencia machista, asociadas a la masculinidad hegemónica y a la relación de subordinación —incluso económica— de los hombres sobre las mujeres, están en la base de la educación sentimental y que se reproduce en pareja. Si no hay empatía con las circunstancias y las experiencias que hacen vulnerable a la persona que decimos amar, ¿de qué amor hablamos?