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El Telégrafo

Salir de Cuba…

26 de enero de 2013

La migración es un fenómeno de carácter mundial. El instinto nómada de la especie se afianzó en la medida en que se abrieron rutas nuevas que conectaban mundos hasta entonces desconocidos. A partir del descubrimiento de América, oleadas de seres humanos llegaron con propósitos de conquista o colonización y, más tarde, para encontrar mejores condiciones de vida.

En la medida en que Estados Unidos crecía, habitantes de variadas latitudes geográficas hicieron allí su segundo hogar. La abigarrada mezcla humana que aquello formó, contribuyó a dar a la naciente potencia su imagen de patria de todos; el “sueño americano” se convirtió en la meta de millares de pobres que partían con la esperanza de realizar sus sueños. Muchos perecieron en el intento, pero la realidad que abandonaban era tan cruel, que valía la pena el riesgo. La recepción no fue nunca acogedora; a más del desarraigo de su tierra, corrían múltiples riesgos frente a políticas persecutorias que, a veces, les costaba la vida.

En el marco de la guerra fría hubo una nacionalidad privilegiada. Según la Ley de Ajuste (1961), los cubanos que pisaban tierra norteamericana eran candidatos a un estatus permanente de residencia, ya que cada huida representaba un triunfo de la “democracia” sobre la “esclavitud socialista”. Desde la Operación Peter Pan se estimuló en variadas formas la emigración, y más cuando esta se ribeteaba de escándalo.

Los balseros llegaron a ser famosos porque arriesgaban sus existencias protagonizando tragedias sin nombre. En tanto, quienes querían hacerlo siguiendo trámites normales, se enfrentaban a la negativa o a la espera por mucho tiempo.

Desde el 14 de enero el Gobierno cubano abrió las puertas para que sus ciudadanos viajen libremente, por el tiempo que quieran, a cualquier destino. Como sucede en todas partes, deben contar con la visa del país hacia el que se dirijan. Ecuador exige una carta de invitación, a fin de evitar el tráfico de personas que toman a nuestro país como trampolín, pues buscan otros destinos.

¿Qué pasará con la Ley de Ajuste? ¿Recibirá EE.UU. a cuanto cubano quiera emigrar? ¿Seguirán siendo bienvenidos por sobre otros viajeros, ahora que ya no se puede culpar a su Gobierno de no dejarlos salir?

La respuesta debería ser la apertura de las fronteras norteamericanas para que sus ciudadanos viajen libremente a Cuba y es un nuevo argumento para la normalización de relaciones, en un plano soberano y de respeto mutuo. ¿Aceptará Obama el reto?

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