A pesar de ser tan diferente, Rusia comparte dos elementos comunes con la cultura occidental, que también alcanzó a Latinoamérica por medio de la colonización. El uno está relacionado con la historia de su aparato estatal absolutista e imperialista, que fue expresión de un poder feudal en tránsito al sistema capitalista moderno (XVI-XX). El otro elemento es el ethos judeocristiano ortodoxo, de matriz griega, irradiado por Constantinopla, impuesto desde el poder sobre los rasgos fineses, eslavos y mongoles, después del año 1.000 d.C.
El imperio moscovita, convertido posteriormente en la Unión Soviética, llegó a ser una potencia mundial tras la Revolución socialista que inició en 1917, parte esencial de un mundo bipolar cuyo opuesto fue EE.UU. Esto originó una tensión que dio lugar al período de la Guerra Fría (1947-1990), presente en América Latina mediante la “guerra subsidiaria”, en apoyo de los insurgentes que buscaban la instauración de Estados socialistas en esta región.
Tras la descomposición de la Unión Soviética socialista, emergió Rusia capitalista-empresarial, cuya singularidad sigue siendo el estatismo, característica compartida con China, otra de las potencias consolidadas en las últimas décadas. Independientemente de su expresión absolutista y posteriormente socialista, el orbe moscovita siempre tuvo como su corazón al Estado, que impulsó la industria pesada y la modernización de su ejército, en relación con una sociedad “civil” rural y agraria.
La nueva Rusia, después de un silencio de décadas, está reapareciendo en el perfil de América Latina con una táctica basada más en el uso de los medios de comunicación, disputando el relato del mundo y actualizando su imagen en la gente nueva, que no sabe nada de Crimen y castigo ni de la Rusia conocida por las generaciones anteriores, por medio de la emblemática literatura psicológica social.
En el mundo multipolar en el que juega aún el espíritu imperialista, las potencias ya no buscan agregar tierras, sino más bien controlar el sentido popular, la extracción de recursos naturales y el mercado mundial, factores que se expresan en tensiones y en guerras comerciales. En el tablero mundial, en el que también participan China y EE.UU., Rusia evidentemente no está quieta. (O)