La pregunta de por qué el robo es un acto reprobable se ha transformado en la pregunta de cómo robar bien. Si se toma algo que no es de uno se está generando muy seguramente una afectación directa a alguien. Pero si no lo hace uno, alguien más lo hará. Entonces será mejor anticiparse y salir ganando.
Además, la responsabilidad mayor será de quien se lo dejó arrebatar. La idea aquí es ganar como sea y no dejarse ganar. Si se toma algo que es de todos, no hay un afectado directo. La conciencia no siente el peso del fraude ni del haber hecho un daño a alguien, así, no cabe justificarlo moralmente, no obstante, no es suficiente. Los expertos dicen que hay que saber robar, que hay que robar bien, porque es posible que alguien que sí se sienta afectado, pueda encontrar las huellas de la fechoría y usar el sistema jurídico, no ya para perseguir la falta en términos de violación de la ética y de la ley, que en realidad es lo de menos, sino para que esa situación no se convierta en una herramienta política en beneficio de otro. Saber robar, han dicho, significa justificar bien.
Hicieron, lo que desde Aristóteles parecía algo lógicamente imposible, cometer virtuosamente un vicio. Seguramente en esta lógica también se inscribe el hecho de robar haciendo obra. Aquí la cuestión sigue siendo el ganar, pero cuidando la honra. En el mundo al revés de Galeano, y más específicamente, en el país de Manuelito de Barrera Valverde, los representantes de la sociedad civil a la Asamblea Nacional dan cátedra del buen robar: ¡Hay que robar bien! Y si alguien intentara reprochar esta expresión, los partidarios políticos de quien lo dijo han de inventar mil excusas para defender al ahora agredido.
Los asambleístas también harán los cálculos políticos correspondientes para saber si es conveniente o no la censura del o la colega, porque el tema no es moral, el tema es político, y si ya se sabe que el robo es la regla, qué más da pasar por alto la ética que algunos, de manera extraordinaria, todavía dicen tener. Lo más probable es que aquellos que levantan la bandera de la ética, también los hacen para robar.