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El Telégrafo

Ricos y furiosos

23 de agosto de 2011

La pobreza es la amenaza mayor. Todos parecen decirnos lo mismo. Pero parece no más.

Qué hacemos invirtiendo en educación, se preguntan unos, cuando lo urgente es la pobreza. Empiezan, entonces, las diferencias, porque esa angustia es falsa. Bien se sabe que una persona con educación suficiente logrará darle batalla digna a la pobreza, con altas probabilidades de salir de ella.

Las políticas sociales exigen demasiado tiempo para saber si vamos por el camino correcto. Entre la inmediatez de la dádiva y la lenta conciencia del camino propio, algunos se decantan por lo primero, como tendiéndole trampas a la planificación.

La pobreza es nuestra afrenta mayor. Mucho tiempo conviviendo indiferentes frente a ella. Ese era el verdadero Ecuador partido, ni siquiera en pedazos iguales: la tajada mayor para unos pocos; el resto, las sobras, para los demás.

Recién ahora caen en cuenta que estamos divididos, queriendo decir que la mitad con las reformas; la otra contra Correa. Los buenos, modositos, dicen ya no resistir los insultos; los otros están fascinados solo con las palabras, tanta propaganda.

La verdad es que tendemos a creer que lo que pasa en nuestro reducido círculo representa a todo el conjunto.

¿Cómo se explica, luego de más de cuatro años en el poder, esos niveles de aceptación? Por la propaganda, insisten y se engañan, de paso quieren convencernos de matices fascistas.

La pobreza no era su problema, porque todo iba bien: el negocio próspero, sin tributar, con tercerización; la casa hermosa, grande, con sirvientas sin seguro; el auto del año, más de uno; las vacaciones en Miami y de compras, hasta los interiores; racionalizar consumos: ¿para qué?, si la luz es tan barata. Hoy la reforma dice que hay que ajustar esas y otras cosas, las utilidades también. ¡Qué horror, venir con eso, a hacer ruido, a despertar conciencias!
No van a cejar, se valdrán de sus medios, negocios familiares desde hace muchos años, para seguir con el ruido, para intentar cubrir de dudas todo lo que las reformas hagan para de verdad abatir esos niveles estructurales de pobreza.

Qué mamitico el vice, tanto que nos hace reír. El otro mal encarado, de gana, si todos están dispuestos a aflojar la teta. Mejor se quede allá, que acá todo volvería al cauce, felices, en su baile, con tanta gente afuera, sin cruzar la verja, ahuyentados por canes feroces.

Bajar esos seis puntos porcentuales de pobreza, dato que prefieren ignorar, les ha dolido, porque la pobreza, sin paradojas, los hizo ricos.

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