Recordamos 116 años de la Revolución Liberal ecuatoriana que arrancó el 5 de junio de 1895, bajo la conducción del “Viejo Luchador”, Eloy Alfaro (1842-1912).
Esa gesta formó parte de las revoluciones liberales que en toda Latinoamérica fueron imponiendo la separación entre Estado e Iglesia católica, los principios del laicismo, la educación pública general, los más amplios derechos y garantías individuales, la institucionalidad estatal en el ámbito de lo civil, una nueva cultura ciudadana basada en las libertades individuales, etc. En México, tanto como en Argentina y en Chile, el liberalismo se impuso a mediados del siglo XIX, mientras en el resto de países su triunfo fue más lento, aunque solo en Colombia la confrontación bipartidista entre liberales y conservadores siguió en el siglo XX y ha perdurado, bajo otras condiciones, hasta nuestros días.
En Ecuador, la Revolución Liberal fue el punto culminante de la lucha contra la hegemonía del régimen conservador.
En este sentido, perteneció y cerró el siglo XIX “histórico” (un concepto distinto al cronológico). En su primera fase (1895-1912), identificada como radical, el liberalismo, aunque se sustentó en el apoyo de los agroexportadores cacaoteros y la burguesía emergente de la Costa, particularmente de Guayaquil, también se identificó con los intereses de pequeños y medianos propietarios agrícolas, procuró superar las condiciones oprobiosas de los sistemas precarios que ataron a campesinos, montubios e indígenas a la explotación de los hacendados, creó las primeras organizaciones sindicales y se orientó por objetivos populares.
En la segunda fase (1912-1925), el liberalismo se volvió “moderado” y, desde 1916, abiertamente “plutocrático”, pues, desaparecidos Eloy Alfaro y sus principales lugartenientes en la “hoguera bárbara” (1912), también se perdieron las orientaciones sociales y populares que quiso impulsar la revolución alfarista. En la fase plutocrática, el Estado liberal pasó a ser un instrumento de la oligarquía bancaria guayaquileña y sus aliados económicos. El desencanto frente al liberalismo se extendió y el proyecto liberal se agotó. Para superarlo, advino la Revolución Juliana (5 de julio de 1925), que introdujo al Ecuador en el siglo XX “histórico”, inauguró el papel económico del Estado e institucionalizó la obligada atención estatal a los trabajadores y sectores populares, iniciando así la superación del sistema oligárquico-terrateniente.