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El Telégrafo

Revolución en el turismo

30 de octubre de 2011

Requerimos un turismo reorganizado acorde a las nuevas políticas de participacion ciudadana implementadas por este Gobierno, donde los actores tienen la capacidad de expresarse, colaborar e incluso cuestionar a sus autoridades o ser partícipes en la elección y gestión de las mismas.

En el sector turístico privado estamos como hace veinte años, una organización incompleta y excluyente, todos alejados y callados, nadie opina públicamente por ser parte de la industria de la “amabilidad” y nadie quiere tener la descortesía de decirle a un ministro que es poco acertado lo que está haciendo.

Mientras otros sectores económicos reciben toda la atención gubernamental con leyes que fomentan y fortalecen, nosotros trabajamos al margen de leyes obsoletas, en muchos casos acosados por estamentos gubernamentales, pero por ningún lado vemos incentivos estatales a lo sostenible,  fomento real al turismo campesino, cuidado al turismo comunitario, espacios para el diálogo público-privado o el intercambio de experiencias.

La onerosa promoción internacional la definen expertos, no quienes están en contacto con el turista y se gasta mucho dinero que da los resultados que se quieren oír, no necesariamente los que el país necesita.

Aquí cada quien baila con su pañuelo y se defiende como puede. No tenemos asambleístas que nos representen y las Cámaras de Turismo están agonizantes, por lo que no hay representatividad en un sector que crece caótico gracias a nuevas carreteras y mayor movilidad vehicular que invita a las familias a viajar.

El Mintur está lleno de nuevos técnicos que luchan contra una estructura caduca que les ata de manos, y se hace lo que siempre se ha hecho, se promociona como siempre se ha promocionado, cuando lo que realmente se requiere con urgencia es una reestructuración de todo el sector turístico, que empiece desde abajo y promueva nuevas organizaciones incluyentes, participativas, que planteen las nuevas leyes, que autocontrolen a sus miembros y que las viejas cámaras recojan sus propuestas y vuelvan a la vida como puentes entre lo estatal, lo privado, lo campesino y lo comunitario.

Somos como zombis que desde la penumbra vemos lo que el sector público hace y deshace, no podemos opinar y a ratos es mejor para evitar problemas. Y cuando de casualidad la Revolución Ciudadana nos mira a través de los ojos de Rafael Correa, nos limitamos a sonreír y estrechar la mano.

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