Se entiende que toda cosmovisión se crea a partir de los factores de la realidad física y social en la que están inmersos los sujetos. Sin embargo, vemos personas que permanecen al margen de la sociedad, aisladas ante un monitor como si disfrutaran de una libertad ilimitada en un territorio digital. Como lo refería Byung-Chul Han, el enjambre sumerge al ser humano en una crisis existencial que supone una nueva versión tipo espejo, en la que se incluye y transforma en la medida que busca el reconocimiento de los seguidores. Este quiebre ontológico producido por la denominada revolución digital, está integrado por usuarios individualistas, embriagados por la tecnología, sin perfil propio, al margen del pensamiento, en medio de una sociedad apurada – cansada, donde todo se escandaliza, cegados por pulsiones hedonistas que se traducen en un básico, recurrente y alienante “me gusta”.
La red tiene un poder mediático que conduce a un lenguaje carente de misterio y cultura superficial – ambigua, donde desaparece el futuro. Existe un relativismo, la temporalidad es el presente, se deshace con facilidad. Los habitantes digitales constituyen una multitud banal, sin interioridad ni alma. A esta hora habrá una muchedumbre constituida por individuos interconectados que al mismo tiempo no puede componer una unidad galvanizada capaz de generar transformaciones sociales, solo críticas muchas de ellas infundadas, fugaces e inestables.
Debemos reconocer que existe un cambio de era que está derivando en la tecnología y sus efectos. Esta aparente evolución nos tiene saturados y hasta neutralizados. Pedimos al chat GPT y a la Inteligencia Artificial (IA), que nos ayude a realizar tareas, liberar información, hacer análisis y compilar cifras. Ellos manejan sistemas de software y hardware diseñados por humanos que actúan en la dimensión física o digital, que utilizan algoritmos y modelos matemáticos para procesar datos y tomar decisiones basadas en patrones establecidos que buscan imitar la forma en que los humanos piensan y resuelven problemas con un prompt (instrucción dada a la IA). Esta es una de las tecnologías más disruptivas, con propio lenguaje y que mayor atención despierta.
La perspectiva arranca con una autopoiesis social, que muestra un giro digital hacia otro mundo de vida, que refleja progreso en unos casos y retraso en otros; que los nuevos medios son admirables, aunque de esta forma, el lenguaje y la cultura se vulgarizan y degradan. Todo en un determinismo tecnológico, que ha logrado cautivar a las nuevas generaciones y a los medios de masa dejar en el antagonismo.