Estamos entrando en uno de los ciclos más críticos en el contexto de la historia del capitalismo, en su recorrido de 500 años, cuyo legado será pobreza e incluso hambruna. Solemos creer que esta crisis se produce por falta de dinero, nada más alejado de la verdad. El ciclo de auge y crecimiento, impulsado sobre todo por China, reprodujo de una manera incomparable el capital del mundo. Es decir, hay mucho dinero acumulado, cuya circulación está trabada.
El dinero acumulado está en manos de empresas privadas y en las reservas de las grandes potencias. Estos círculos poderosos y ricos sufren intensamente cuando su capital no crece porque el comercio disminuye y el negocio especulativo deja de ganar en las proporciones demenciales que pretenden los jugadores del gran casino.
En los últimos tiempos China se constituyó en la nueva fábrica del mundo e inundó competitivamente el mercado por contar con mano de obra extremadamente barata. Poco después inició su carrera en el mundo especulativo otorgando préstamos a países débiles, que garantizan rentabilidad por medio de deuda pública, contratos de obras y suministro de recursos naturales. En la coyuntura de la crisis económica pandémica, China busca dinamizar su mercado interno, por lo que deberá incrementar el salario proletario, disminuyendo la oferta de mano de obra de bajo costo.
En contexto enunciado, podría ocurrir que el ala liberal mercantil de EE.UU. en acuerdo con los capitales de Europa, intenten romper el ciclo de la paralización por medio de América Latina, promoviendo cuatro nuevos tipos de industrias alineadas a la “nueva normalidad”: La industria de la salud, obvio. La industria alimenticia acompañada del marketing de mejor nutrición. La industria del transporte eléctrico, bajo la etiqueta de sostenibilidad ambiental, imagen que terminó posicionando Greta Thunberg. Y finalmente, la industria de tecnologías para facilitar la sociedad virtual. ¡Bingo¡
Si fuera cierto lo que decimos, los capitales europeos reingresarían a América Latina y los capitales chinos, no dispuestos a renunciar del todo a su Ruta de la Seda, venderían la utopía del desarrollo a África, garantizando el retorno e incremento del capital vía deuda y mediante la industria de construcción de mega obras. Después de todo, casi todas las guerras frías o calientes han terminado con el reparto del mundo. (O)