Hoy Ecuador cumplió 40 años del retorno al régimen constitucional. Desde algunos sectores aún se sigue cuestionando la existencia de una democracia real. No se dimensiona aún la trascendencia de estos 40 años de democracia, el período más largo de vigencia de este régimen desde que Ecuador es república. Un ligero repaso de lo acontecido en las cuatro décadas previas debería dejarnos un mensaje esperanzador, así como un listado de temas que constituyen los desafíos hacia el futuro.
Durante estos 40 años, la representación indígena en varios escenarios de toma de decisión política varió considerablemente. Los gabinetes ministeriales y gobiernos seccionales de inicios de la década de los 80, pasaron de tener una limitada participación en la legislatura a formar parte de espacios decisivos; claro está que lo conseguido fue fruto de luchas reivindicativas plasmadas en la movilización de 1990. Se debe destacar también la incorporación y presencia de la mujer en la vida pública.
El proceso democrático permitió que los derechos de las mujeres dejen de ser vulnerados y que sus demandas y peticiones puedan ser cumplidas, aunque existe mucho camino por recorrer en este ámbito. En el plano institucional, Ecuador ha vivido procesos electorales libres y competitivos, lo cual es la esencia de la democracia.
Actualmente, las clases medias y sectores populares tienen acceso a espacios políticos de incidencia, haciendo que la representación política deje de ser patrimonio de determinadas élites. Sin embargo, queda camino por recorrer en materia de transparencia.
El proceso democrático en Ecuador ha dado la posibilidad de expresar los desacuerdos ciudadanos ante los gobiernos de turno. Diversas formas de manifestación se han desarrollado con mayor o menor intensidad en estas cuatro décadas. Huelgas, movilizaciones, paros y protestas han expresado las diversidades propias de un país diverso como Ecuador. El país ha atravesado por momentos difíciles, por la llegada al poder de gobernantes autoritarios, como sucedió en la década de los 80 y la década pasada.
Las revueltas generadas en los años 90 también forman parte de esos duros momentos en el proceso de consolidación de la democracia. Ello le ha permitido al país tener un aprendizaje fundamental: el quiebre del sistema constitucional ocurrido con la caída de presidentes no era la mejor opción, una vez que los más afectados fueron, por lo general, los sectores económicamente más vulnerables. (O)