A medida que avanza el proceso de cambio que propugna la Revolución Ciudadana con el liderazgo de Rafael Correa, se fijan límites o fronteras de características inconfundibles. Uno de los espacios corresponde al pasado tenebroso, mezquino, injusto, de pobreza extrema y el privilegio de una minoría rapaz, afianzado con los poderes económico, mediático y la asesoría de la partidocracia. En el otro límite impera la decisión de un gobierno de terminar con la derecha política usufructuaría, la oligarquía explotadora, la banca usurera y el enriquecimiento ilícito. En el primer sector se aferran los grupos dominantes, algunos medios privados y aventureros de la política que no aceptan las nuevas realidades del cambio y se proponen organizar la resistencia en protección de sus privilegios.
En el crucial momento histórico del cambio, se requiere el compromiso de todos, de asumir con firmeza el urgente rescate de valores, disciplina, lealtad y convicción ideológica. Hombres y mujeres, en su mayoría, pertenecientes al pasado y confundidos en su rol, mantienen inalterables su conducta irregular, modo de pensar y obrar. Pero sí hay personas que surcan la tercera edad, que se muestran vigorosas, destacadas en sus actividades y ávidas de continuar aportando con su talento y entusiasmo en beneficio de los demás y la patria. También hay jóvenes equivocados, pero con oportunidad para enmendar yerros y asumir un nuevo rol y desafío. Es verdad que el ser joven no es mérito, pero se considera un espacio circunstancial para la apertura a esa nueva generación, ávida por servir a la República en la etapa del cambio.
Ya hace rato, el gobierno del Buen Vivir estimó como uno de sus baluartes la incorporación de jóvenes, capaces, honrados y de vasta preparación científica y académica como conductores en la administración política y administrativa del Estado.
A manera de motivación, surge oportuna la propuesta de bajar de 35 a 32 años la edad para ser candidato a la Presidencia de la República. A renglón inmediato, la oposición desató otro vendaval y se adelantó a especular que la iniciativa del Primer Mandatario es presumiblemente con dedicatoria. Ridícula apreciación si faltan tres años para el lance presidencial de 2017.
La propuesta es viable y sirve de incentivo a los jóvenes decididos a prepararse con fervor dentro de la estructura del moderno sistema educativo para un cívico desempeño como gobernantes del Ecuador.
Ya es tiempo de cifrar esperanza en la juventud para un futuro prometedor. Muchos jóvenes que han aceptado la era del cambio se entrenan como líderes y se enrolan en las filas de la Revolución Ciudadana. No se trata de acomodar la Constitución a la medida de probables candidatos, sino de motivar a la juventud para que asuma con responsabilidad, lealtad y disciplina el reto en la era de la transformación. No se trata de exaltar la frescura y energía del joven, sino de la apertura a un proceso reflexivo de renovación de líderes, con el asesoramiento y experiencia de hombres y mujeres que surcan en la postrimería de su rendimiento. Los que no han hecho nada por el país, obstruyen; mientras el gobierno del Buen Vivir abre las puertas a las nuevas generaciones, ansiosas por contribuir con el desarrollo de la República.