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El Telégrafo

Resultados y reflexiones

14 de mayo de 2011

Los analistas políticos enfocan en forma diversa el proceso que se cumplió el 7 de mayo. Hay escasa imparcialidad, y es lógico y hasta deseable que así sea, pues la ideología de cada uno cruza las interpretaciones, lo que evidencia el avance político que se siente en el país.

Precisamente la toma de conciencia y posición ha sido una de las características. Desde los choferes de taxi hasta los vendedores de los mercados, en el escenario de reuniones sociales, en actividades culturales y al interior de sus hogares se discutía tranquila o acaloradamente sobre las preguntas acerca de las cuales debíamos pronunciarnos.

Según mi parecer, se elevó considerablemente la participación cívica, tanto en las ciudades como en los ámbitos rurales, lo cual no significa que de por medio no existieran actores que en muchos casos desorientaron a muchos votantes acerca del verdadero significado e impacto futuro de lo consultado. Ese es un primer resultado positivo.

El pueblo se involucró de manera considerable y, contrariamente al vaticinio de ciertas élites, confirmó con su votación que es más inteligente de lo que algunos dirigentes creen. No hubo un pronunciamiento “en plancha”, de allí los resultados diferentes en las distintas preguntas. Acertada o equivocadamente, hubo discernimiento alrededor de cada tema planteado, lo que constituye también algo digno de subrayarse.

Cuando concluya el trabajo del Consejo Nacional Electoral y se exhiban las cifras definitivas alcanzadas en cada respuesta, recién se verá cuán distantes fueron los datos proclamados en el exit poll, contratado por varios canales de televisión que, más o menos, fueron similares. La demonización de Santiago Pérez es totalmente injusta, pues debería en todo caso extenderse a las otras encuestadoras.

Al margen de si los resultados alcanzados son de nuestro agrado, la democracia se expresa, entre otras formas, en el respeto y acatamiento de la voluntad de las mayorías. De allí que invocar el derecho a la resistencia por parte de algunos dirigentes indígenas que aducen que en sus provincias se impuso el voto negativo, es sumamente peligroso.

A ese paso se va a la división del país, lo que es inadmisible.

Cabe ahora que en forma serena hagamos un análisis para encontrar las razones zonales de las votaciones. Hay que rectificar lo que sea necesario, consolidar la tendencia abriéndonos a todos los sectores realmente progresistas y profundizar los cambios con la urgencia que la patria exige.

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