La política es la ciencia del gobierno de la sociedad y debe ser una tarea plausible y esencial. Lamentablemente su sola mención produce urticaria en buena parte de la población. Se asocia a la política con ambición, corrupción, traición, calumnia, acomodo, palanqueo, demagogia, populismo. En esencia, la política es concebida como una actividad repulsiva en la que el beneficio personal es el verdadero motivador. Hay, sin duda, elementos para entender esa repulsión.
Vemos cómo los políticos han medrado del Estado y en casos accedieron a cargos de elección popular personajes ineptos, solo por su popularidad de farándula o televisiva. Sin embargo, es de justicia señalar que también hay políticos que, por décadas, participaron en esta actividad, revelaron una formación académica y ejercieron acciones que responden a un pensamiento o a una ideología política. El caos y la vergüenza política son, en gran medida, el resultado de la decadencia de los partidos y de la pérdida de la presencia de la ideología política. Sin duda, buena parte del problema está en un absurdo Código de la Democracia, que ha dado pábulo a la multiplicación descomunal de partidos y movimientos; al punto de que hay 278 organizaciones.
Obviamente no hay 278 ideologías políticas lo que significa que hay tantas organizaciones políticas como grupos de caciques o de ambiciosos y advenedizos con espíritu aventurero y ánimo de protagonismo.
Los partidos políticos deben ser pocos pues deben representar una ideología y en el espectro de estas no caben más de cinco: conservadurismo, liberalismo, socialdemocracia, socialismo, comunismo. Agudos académicos y analistas políticos dirán que la lista es excesiva, inexacta, imbricada o limitada pues también hay teocracia, fascismo, nacionalismo y anarquismo. Otros más pragmáticos dirán que la división es más simple: derecha, centro e izquierda.
Independientemente del tecnicismo analítico, es preciso fortalecer la idea de que los partidos políticos deben ser pocos y deben representar una ideología. En ellos deben formarse, cívica y patrióticamente, aquellos personajes con vocación de servicio y competir entre ellos por acceder a candidaturas sobre la base de méritos incontrovertibles, construyendo verdaderas carreras políticas. Se impone una reforma fundamental del Código de la Democracia. (O)