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El Telégrafo

Responsabilidad más allá de la consulta

08 de mayo de 2011

En el momento que este artículo salga publicado, habrá culminado en nuestro país la consulta y referéndum que una vez más nos ha llevado a los ecuatorianos ante las urnas, esta vez para decidir sobre diez preguntas específicas. Cualquiera que sea el resultado, esto es solo el principio de un proceso que debe llevarnos, a todos unidos, a buscar soluciones a una serie de conflictos que amenazan nuestra sociedad y entorpecen su progreso, lo cual, si bien es trabajo de los funcionarios públicos correspondientes, no nos deja fuera de responsabilidad al resto de ecuatorianos que debemos, en todo momento, actuar en procura del orden y la paz.

Cada uno de nosotros estamos obligados, por la Constitución y la ley, a construir un país favorable para todos, respetando no solo las normas jurídicas, sino los principios éticos y morales que son cimientos de una nación, y que desde su núcleo, la familia, deben ser impulsados para inculcar a nuestros hijos el amor al prójimo, la solidaridad, el progreso, el respeto al derecho ajeno y la búsqueda constante de la paz y la justicia.

Con frecuencia escuchamos apelaciones a la patria, como una entidad a la que debemos amar, pero esta palabra solo es una entelequia utilizada muchas veces para seducir, sin comprender que es a nuestro prójimo a quien debemos amar y servir. Los símbolos patrios no son otra cosa que elementos distintivos de nuestra institución republicana, creada para darle existencia jurídica a un Estado conformado por millones de familias que son sus verdaderos soberanos y, en ejercicio de esa soberanía, han encargado, transitoriamente a varios de sus miembros, responsabilidades para su correcto funcionamiento.

Los habitantes de este territorio, sin ser más ni menos que los de otras latitudes, somos responsables de nuestro propio destino, no solo al tomar decisiones mayoritarias, sino al actuar con honestidad y respeto hacia nuestros conciudadanos, pues solo el conocimiento y práctica de estos valores nos permitirán exigirlos de nuestros delegados en la función pública. Pero actuemos sin prejuicios, resentimientos ni fanatismos, pues las pasiones son una droga que enturbia la razón y nos hace presa de la manipulación. Además, como mandantes, exijamos resultados y transparencia a quienes hemos encomendado la cosa pública.

Tengamos fe, compatriotas, sabiendo que Dios ve nuestras acciones y las de nuestros gobernantes, y cada una de ellas, sea buena o mala, acertada o errada, tendrá su recompensa, pues el hombre siempre recogerá aquello que siembre.

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