El rescate de nuestra sabiduría ancestral nos permitirá superar la pirotecnia del crecimiento artificial, para darle raíces y legitimidad a nuestro auténtico desarrollo.
Este es el mensaje que interpretamos de las investigaciones realizadas por Gustavo Guayasamín Crespo, del centro ceremonial astronómico ancestral: Puntiachil (Cayambe), que localizado en la línea equinoccial demuestra cómo nuestros antepasados sabían medir el tiempo, milenios antes del descubrimiento de América y del viaje de los geodésicos.
El actual calendario, impuesto por bula del papa Gregorio XIII, es aceptado casi universalmente desde 1582, fecha curiosamente cercana al descubrimiento del continente americano, inicio de la depredación de nuestras culturas.
El Calendario del Sol Recto se origina de la observación diaria de la proyección de la sombra solar causada por el movimiento de la Tierra sobre su propio eje y del orbital alrededor del Sol.
La preocupación de medir el tiempo y tener un calendario ha sido constante en el desarrollo de la cultura desde los
lejanos tiempos en los cuales el hombre paleolítico dejo con muescas marcadas en huesos el transcurrir del tiempo,
posteriormente tenemos los calendarios lunares de los caldeos, pasando después por los de los judíos, romanos y
cristianos.
Es importante rescatar que, igualmente, nuestros ancestros analizaban abstracciones tan complejas como el tiempo para concretarlas en un calendario, al mismo nivel de conocimiento de la comunidad científica mundial de aquellos días.
El Calendario del Sol Recto inicia su ciclo en el equinoccio de marzo, “Gran día de la renovación anual del fuego” y en sus períodos relaciona el clima, la tierra, la naturaleza (expresada en el maíz) y el hombre que la habita. Describe eventos, festividades, prácticas, herramientas y manejo de los recursos naturales, dejándonos un legado de sabiduría cuya investigación sugiere un mensaje de manejo social de los recursos naturales, mientras que la llamada “Revolución Verde” (1960), con su propuesta de paquetes tecnológicos (semillas y químicos), fuera del alcance financiero de los campesinos y la dispendiosa utilización de energía (combustibles fósiles), ocasionó efectos desastrosos sobre el entorno ambie