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El Telégrafo
Juan Fernando Larrea

¡A rendir cuentas!

21 de abril de 2022

Los escándalos en nuestro país están listos para una miniserie de Netflix. Lastimosamente, nos hemos acostumbrando a recibir un capítulo semanal lleno de enredos, con personajes de todo tipo, explicaciones que no resuelven el misterio y que solo terminan con una falsa paz hasta que llega el siguiente problema.

 

A nuestra clase política, no creo poder exigirle más porque ya lo hemos hecho hasta el cansancio y no reacciona; una clase política que, en su gran mayoría, nos queda debiendo pues se ha enfocado en la dádiva y en la tarima, pero no evidencia un interés verdadero en elevar las condiciones de vida de la sociedad. El error más grande de muchos de los políticos actuales es confundir su rol de “funcionarios públicos” con el hecho de creerse los nuevos “empresarios/emprendedores”. ¡No señores! Tienen que entender que ser político NO es un negocio.

 

Con la delincuencia en aumento, la corrupción que sigue presente y la inestabilidad jurídica parecería que no hay luz al final del túnel. Sin embargo, estoy convencido que juntos, como sociedad, tenemos diametralmente mayor capacidad intelectual y formación ética que unos cuantos “políticos” y otros “vivos” que creen que saltándose la fila van a llegar primero. La solución no es culpar ni depender de terceros sino remar todos en la misma dirección pensando como país. En cualquier caso, debe terminarse definitivamente la dinámica de culparnos los unos a los otros.

 

Para hacer justicia a la anterior afirmación, este no es solamente un problema de la clase política sino también de vivir en la sociedad del “más vivo”. No tengo duda que algunos reconocerán la “astucia”, si así la podemos categorizar, de determinados profesionales que presentan acciones constitucionales en lugares remotos a altas horas de la noche e, incluso, que ese accionar catapulta a estos abogados a incrementar sus carteras de clientes. Es precisamente allí donde está el problema pues si como sociedad seguimos normalizando conductas deshonestas, no hay solución posible al caos en el que vivimos. Independientemente de los méritos de una acción en particular, el buscar “sorprender” o “ganarle” al sistema es el verdadero problema.

 

Entonces, ¿qué debemos hacer? Espero que coincidan conmigo en que la única vía es condenar públicamente este tipo de conductas. En inglés, existe una palabra que no tiene un equivalente en español que es “accountability”. Para efectos de este artículo, la vamos a traducir como “rendición de cuentas”. ¿Es qué acaso un profesional, que aparentemente tiene una conducta indebida, no tiene que rendir cuentas a nadie? En mi opinión, no solo hay que rendir cuentas a las autoridades, en caso de ser necesario, sino más importante aún a la sociedad siendo uno de sus miembros. Es indispensable que, si las autoridades y los políticos no hacen su trabajo, nosotros, como sociedad civil, exijamos la rendición de cuentas a uno de nuestros miembros.

 

En suma, la rendición de cuentas no significa hacer el trabajo de las autoridades sino empezar a exigir al vecino, amigo, peatón, conductor que se comporte de forma honesta y consecuente con la sociedad y que si no lo hace sea responsable de sus actos. La única forma de que nuestra sociedad madure no es solo votar con mayor conciencia, es cuidarnos los unos a los otros y proyectar una planificación que dure en el tiempo. Nuevamente, estamos a tiempo de exigir que todos seamos responsables de nuestros actos y que ante la sociedad todos rindamos cuentas. ¡A rendir cuentas!

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