Publicidad

Ecuador, 05 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Relatos cotidianos

03 de noviembre de 2015

¿Qué pueden tener en común un grupo de pasajeros de avión, una camarera de un restaurante de paso, un ingeniero en explosivos, una tragedia de tránsito, un atropellamiento de auto causado por la imprudencia juvenil y una inusual fiesta de matrimonio?

Pues, aunque, a primera vista se entretejen historias distintas, su interacción se basa en la conducta humana tan disímil, sorprendente y aguda. De esta manera, Damián Szifron proyecta su película Relatos salvajes, rodada en Argentina -con la actuación estelar de Ricardo Darín-,  pero, que desde un contexto general, acoge la problemática universal del hombre, con aquellos factores que derivan en la compleja interpelación social. Porque en un primer momento se genera la impresión de un directo enfoque del accionar social encauzado por un sinnúmero de variantes y sucesos que van desde la parsimonia y desidia hasta la desobediencia e indisciplina, todo esto en el tránsito de un laberinto que nos conduce a la esquizofrenia colectiva.   

A partir de Relatos salvajes (más allá de haber visto la cinta), intento develar los contornos de la naturaleza del hombre, que a veces se reduce al lírico anhelo de la felicidad, tal como pregonan los libros de autoayuda. Sin embargo, la vida, observada desde el caleidoscopio de las hondas realidades, no es tan solo la suma de aspiraciones y deseos matinales, sino también el conjunto de errores y reveses nocturnos. Y esto conlleva a la incertidumbre del mañana. Dicho por Ernesto Sabato: “Extraviado en un mundo de túneles y pasillos, atajos y bifurcaciones, entre pasajes turbios y oscuros rincones, el hombre tiembla ante la imposibilidad de toda meta y el fracaso de todo encuentro”.

A lo que habría que añadir que la sociedad sobrevive al borde de los desencuentros. Al filo del abismo. Despojado de valores válidos que conduzcan a la racionalidad de los actos. Las mujeres y hombres deliramos por el poder y el dinero, antes que la sencillez y la austeridad. Se ha perdido la espontaneidad por el artificio y el interés vano.

Los días transcurren como una tragicomedia cuyo libreto incluye la violencia, injusticia, arbitrariedad, prepotencia, supremacía de clase, venganza, actitud banal, idolatría del mercado, celos extremos, etc. Es una cadena de acontecimientos que ironizan este caos existencial, con poco margen de diferenciación entre los sujetos de una comunidad. Es la metáfora del espejo en el que nos miramos, en donde se añaden elementos identitarios y preceptos ideológicos. Y desde la contemplación filosófica también abarca la apaciguada ceniza de la muerte.

Nuestros relatos cotidianos son la fértil semilla de la entelequia literaria, a partir de las contradicciones que se revelan en una atmósfera hostil e intolerante. Cada vez se perciben formas reaccionarias de imposición socio-cultural. Cada vez la esperanza pierde cabida, en aquellas narraciones crueles.

Entre civilización y barbarie, nuestra época está circunscrita -con mayor peso- por la sombra de lo segundo. (O)

Contenido externo patrocinado