En la sociedad existen cantidad de expresiones que no constan en leyes o normas, pero que se producen, reproducen y transmiten de generación en generación. Según los sociólogos estos mensajes se generan en las raíces sociales, históricas, económicas, políticas, religiosas y culturales de los pueblos, se refuerzan en el sistema educativo y consolidan en ciertos medios de comunicación.
La elección de reinas –publicitada en los últimos días- constituye una reminiscencia de tiempos coloniales en los que predominaban las coronas, las cortes, los nobles y plebeyos. Eran sociedades organizadas en castas –que subsisten en algunos países-.
Elegir “reinas”, “soberanas”, “estrellitas” y sus “cortes” significa emular prácticas ya superadas por la realidad. Para unos es un complejo que se recrea en las fiestas, para dar “realce” y expresar lo que no somos. ¿Por qué no elegir, simplemente, señoritas o niñas?
Otro tema relacionado es el juramento. Juramos y rejuramos hasta…las últimas consecuencias que nunca llegan, desde el presidente que no jura la Constitución, hasta el juramento el Día del Civismo, en los espectáculos deportivos y al graduarse una persona de bachiller o profesional.
¿Qué valor tiene esta jura? Resulta ridículo escuchar la famosa frase: “Si cumple (el juramento) que la Patria lo premie; de lo contrario, que ella os demande”. Y así nos llenamos de juramentos vacíos de contenido y sin otro significado que seguir haciendo más de lo mismo.
También hay homenajes auténticos y cuasihomenajes o autohomenajes. Los primeros se dirigen a los mártires por una acción heroica o por la ejecución de una obra magnífica; los segundos son fruto de la conveniencia, superficiales y terminan a veces en papelones.
Por eso, si le ofrecen un homenaje, pregunte primero qué interés hay detrás y si va a ser “solemne” o no, es decir, con “placa” incluida. Y si le proponen un reinado, que “le vaya bonito”. (O)