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El Telégrafo

Regular el negocio del fútbol profesional es una necesidad

07 de junio de 2011

La economía de mercado y la autorregulación en el país han fracasado, más allá que por sus condiciones teóricas, lamentablemente, también se debe a las carencias éticas, morales, legales y profesionales de cierta dirigencia que descubrió en el fútbol profesional la forma de llegar a penetrar en el sentimiento popular. En los últimos años esa ha sido la motivación para figurar en la dirección de esos clubes, para mantenerse visibles en la política del país. Hemos visto la incompatibilidad deportiva vs. la política, acompañada de ineficientes prácticas de gestión empresarial, cuyos resultados han pulverizado el patrimonio emocional de generaciones de adultos que vieron desaparecer a los clubes de sus amores (América de Quito, Calvi S.C., Everest S.C., Norte América, 9 de Octubre S.C., Oriente Petrolero, Aucas, U.D. Valdez, U.C. de Quito, Macará y Técnico Universitario de Ambato, Audaz Octubrino, Patria, solo para mencionar algunos). Cuánto hemos sufrido, niños, jóvenes y adultos, al estar al borde o descender  los equipos de nuestros amores, que no ganan nada, solo viven de la historia y las hazañas del pasado, donde la incapacidad de gestión dirigencial ha hecho perder las esperanzas a miles de hinchas. Solo nos queda observar a LDU de Quito, el “equipo de la década”, llamado con méritos así, por cosechar éxitos sostenidos. Solo le falta gozar de la aceptación mayoritaria de la afición. El pueblo, en su mayoría  de las clases popular y media, no se siente representado por otro conjunto que no sean -hasta ahora- Barcelona y Emelec.

Transparentar y profesionalizar la administración de los clubes de fútbol ya es una necesidad, para minimizar las malas prácticas de gestión, las sospechas de manejos dudosos, los juicios y embargos permanentes al patrimonio institucional. Llegó el momento de constituir empresas de capital abierto, que coticen acciones en la BV del  país, que se contraten administradores profesionales, donde se fomenten las divisiones inferiores, se destine parte de las utilidades a proyectos sociales, se fiscalice y se rindan cuentas semestralmente y de forma imprevista, al igual que en los bancos, porque los clubes son los depositarios de la confianza, la alegría y las esperanzas de la afición, patrimonio intelectual y emocional del país, que merece mayor respeto para revalorizar sus “marcas comerciales”.

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