Hace algunas semanas se aprobó en Colombia una reforma constitucional para eliminar la Comisión Nacional de Televisión (CNTV), comisión encargada de regular a los medios de comunicación. Un asambleísta colombiano exhortó al Ecuador a hacer lo mismo. Esa fue la noticia medio investigada y bastante atrasada que fue transmitida el miércoles por Teleamazonas. Sugerente, sí, pero todos remamos para donde nos conviene, así que no son de culpar. Lo que no se mostraba como parte de la parafernalia mediática era que CNTV sería reemplazada por otros organismos reguladores y que el motivo principal de su clausura era su onerosidad.
Más allá de lo tendenciosa que pudo ser la nota, lo que me motivó fue la sugerencia. ¿Por qué habríamos de simular a Colombia? ¿Porque el presidente Obama lo dice? Parece que todos los empresarios quieren simular el modelo colombiano. Es evidente que su aparato industrial es excepcional, pero también lo son sus desigualdades. Y por más de que Obama afirme que Colombia es un paraíso anticorrupción, no sé si los implicados en el caso Nule concuerden. No con esto quiero decir que por acá vivamos el verdadero Edén del virtuosismo institucional, simplemente nuestras realidades se presentan incomparables.
Siguiéndole el juego a la nota, ¿suena tan descabellado que en el Ecuador no haya un organismo regulador para los medios de comunicación? Pues no. Los medios han hecho y deshecho en el Ecuador y no han tenido que rendir cuentas a nadie. Su gran benevolencia y humildad ante sus propios errores ha estado olvidada en alguna reducida aclaración en la esquina más infame de la página menos leída. ¿Libertad de expresión? Aquí no está en debate la libertad de expresión. Hace años que los medios se apoderaron de esa verdad. Lo que se busca es un organismo, como en Colombia, que regule a los únicos que creen estar por encima de la ley.
Y la nota eventualmente decanta en la Ley de Comunicación propia. Con César Montufar bravísimo porque no se hace lo que él quiere. Sería importante que entienda que esta es la plataforma política equivocada, que esta ley va más allá de su odio por el régimen. Que es una farsa eso de que “los periodistas siempre han sido responsables de lo que dicen”. No es censura, es compromiso. Es entender la labor periodística como una labor de profundidad, no de inmediatez. Es asumir las consecuencias de nuestros actos, especialmente cuando estos sirven de juez y parte. Es bajarse del Olimpo y la impunidad y rendir cuentas, como el resto de los mortales.