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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

Refugiados en Europa

18 de octubre de 2015

Madrid, ciudad de múltiples ofertas culturales, turísticas, culinarias, sorprende gratamente en cada visita. Habría que conocer mejor esta ciudad que reserva tantas cosas asombrosas, diría Umberto Eco.

Actualmente, una de las novedades es la enorme pancarta en la fachada del Ayuntamiento en el Palacio de Cibeles, que da la bienvenida a los refugiados, ‘Refugees, Welcome’.

El Ayuntamiento explica: “Madrid quiere expresar la solidaridad de los vecinos con la situación dramática de miles de familias que huyen de sus lugares de origen”.

Crisis humana gigantesca de quienes evaden guerras, carecen de empleo, familias enteras con niños y ancianos. Las imágenes dicen más de lo que se pueda describir con palabras, sobre todo las que muestran el cierre de fronteras, y prisión al migrante.

España acogerá 17.680 refugiados procedentes de Siria y otros países en conflicto, tras aceptar la propuesta de la Comisión Europea, que respalda la ACNUR, de un reparto equitativo entre los países de los refugiados que están llegando por el Mediterráneo y otras fronteras de Europa.

Es destacable la actitud solidaria que demuestra el ayuntamiento madrileño, porque puede constituirse en un paso hacia una cultura de solidaridad, de respeto a los derechos del otro, de reconocimiento de la tendencia innata a migrar, que pobló el mundo desde África, y que implica el derecho de radicarse en cualquier parte del planeta: la Libertad, Igualdad, Fraternidad proclamada por los revolucionarios franceses en 1789, arguyendo que por “ignorancia, olvido y desprecio” eran desconocidos los derechos humanos. Sigue ocurriendo hoy en medio de una cultura excluyente, individualista, xenófoba, que privilegia los dictados del mercado hacia el rápido enriquecimiento, sin compartir.

Sin embargo, hay que hacer más que campos de refugiados. Hay que acabar con las causas, y en esto Europa y los Estados Unidos, en particular, tienen responsabilidad porque en gran parte son suyas las guerras de las que huyen los refugiados, y son responsables, en asocio con las transnacionales, de la crisis económica.

La acogida es un deber, pero irá haciéndose inviable ante la magnitud. Solo entre enero y septiembre de este año su número llegó a 710.000 migrantes.

Basta con observar lo que ocurre en el campo de refugiados más grande del mundo, Dadaab, en Kenya, establecido en 1991, como refugio temporal, mientras se encontraba una solución duradera para 90.000 migrantes que huían de la guerra civil de Somalia. Hoy tiene 400.000 somalíes, parte de ellos nacido allí. Una “República de refugiados”, como le dijo un “ciudadano” al reportero Ben Rawlence, que por años ha seguido el drama, que describe en su artículo ‘The other refugee crisis’, publicado el pasado 10 de octubre en el International New York Times.

Es la nueva modalidad del mundo capitalista, crear ciudades temporales-permanentes de refugiados en el limbo jurídico, a semejanza de Gaza, que resultó de ocho campos de refugiados, hoy con 1.7 millones de habitantes.

Pero “ya no basta con indignarse”, hay que “comprometerse”. Lo reconoce Stéphane Hessel en su nuevo libro ¡Comprometeos! Y la solución implica ir a las causas. (O)

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