Desde fines del siglo XIX, esta interrogante ha sido objeto de intensos debates, solo que entonces la reforma que se proponía era la del capitalismo. Hoy el tema se plantea en otros términos: reforma, como fase revolucionaria contra el capitalismo.
Referimos al lector a la extraordinaria revolucionaria Rosa Luxemburgo, que aquilató su pensamiento marxista con un testimonio de vida coherente. Nacida en 1870 en Zamosc, Rutenia, actual Polonia, en una familia de origen judío alemán, su vida fue de lucha hasta terminar asesinada en Berlín el 15 de enero de 1919.
Como mujer y judía, tuvo que enfrentar desde su niñez los prejuicios machistas y la discriminación contra los judíos. Los superó gracias a su inteligencia y persistencia en educarse, pero por su militancia socialista tuvo que exiliarse a los 18 años en Suiza, donde estableció contacto con revolucionarios exiliados.
En 1898 se graduó de abogada y se radicó en Berlín, donde se afilió al Partido Socialdemócrata alemán (SPD) y participó en los debates que lideraba Edward Bernstein, quien había formulado la teoría revisionista que pretendía reformar el marxismo revolucionario, rechazando, en particular, la afirmación de Marx de que el capitalismo lleva en sus gérmenes su propia destrucción.
Bernstein se basaba en la creciente adaptabilidad del capitalismo de entonces, cuyas contradicciones confiaba atenuar.
Rosa Luxemburgo, asociada con Kautsky, defendió la “ortodoxia” marxista frente al “revisionismo” de Bernstein e hizo aportaciones teóricas originales en torno al imperialismo y al derrumbe del capitalismo, que creía inevitable, lo que expuso en dos artículos bajo el título ¿Reforma social o Revolución? que forman el núcleo de su libro.
Para ella, no hay oposición entre reforma y revolución, entre las que
existe un nexo dialéctico. Pero hay que tener en cuenta las condiciones de cada época, pues no se trata de cualquier reforma, dado que la llamada “‘reforma social’ encuentra sus límites naturales en los intereses del capital. El problema, señala Rosa, es que la diferencia entre ambas no es el tiempo o el ritmo de los cambios sino su contenido y orientación.
Ya en 1977, Lelio Basso, socialista italiano, experto en las obras de Marx, decía: “Hoy más que nunca es necesaria la síntesis luxemburgiana… para combatir tanto el oportunismo como el revisionismo, que han llevado a la mayoría del proletariado occidental a una capitulación y al extremismo pseudomarxista que ignora las mediaciones necesarias y quiere “rápida y absoluta” la revolución.